miércoles, 26 de agosto de 2020

"La pluma mágica de Gwendy" en español: capítulos 1 y 2


Comienzan las nuevas y desopilantes aventuras de Gwendy 😁. Bueno, tal vez no tan desopilantes, pero nuevas seguro. Los invito formalmente a pasar por mi página de Patreon, donde podrán ver los extraordinarios beneficios de colaborar conmigo: https://www.patreon.com/yotraductor. Recién estoy armando todo, así que verán algo escuálida la página; mas con el tiempo irá creciendo. ¡Vámonos con Gwendy!

LA PLUMA MÁGICA DE GWENDY

1

El jueves 16 de diciembre de 1999, Gwendy Peterson se despierta antes que el sol, se viste en capas para el frío y sale a correr.

Alguna vez ella caminó con cierta cojera gracias a una herida en el pie derecho, pero seis meses de fisioterapia y plantillas ortopédicas en sus zapatillas New Balance favoritas se ocuparon de ese problemita. Ahora ella corre al menos dos o tres veces por semana, preferiblemente al amanecer mientras la ciudad recién comienza a abrir sus ojos.

Han ocurrido muchas cosas en los quince años desde que Gwendy se hubo graduado en la Universidad Brown y se mudó lejos de su pueblo natal de Castle Rock, Maine; pero hay tiempo para contar esa historia. Por ahora, continuemos mientras ella realiza su recorrido.

Luego de estirar sus piernas en los escalones de concreto de su casa alquilada, Gwendy corre por la Novena Avenida, sus pies pisando a un ritmo estable sobre el camino con sal, hasta que llega a la Avenida Pensilvania. Gira a la izquierda y cruza el Monumento Naval y la Galería Nacional de Arte. Incluso en pleno invierno, los museos están bien iluminados, los caminos de grava y asfalto bien limpios; nuestros impuestos en acción.

Una vez que Gwendy llega al Mall, acelera un cambio, sintiendo la ligereza de sus pies y la fuerza en sus piernas. Su coleta asoma desde la capucha, golpeando contra la espalda de su sudadera con cada paso que da. Cruza por el Estanque Reflectante, extrañando a las familias de patos y aves que hacen de él su hogar durante los meses cálidos del verano, hacia la sombra del obelisco del Monumento a Washington. Se mantiene en la senda iluminada, dando un rodeo a la famosa estructura, y encara por el este hacia el Capitolio. Los Museos Smithsonianos se alinean aquí a ambos lados del Mall, y ella recuerda la primera vez que visitó Washington D.C.

En aquel verano ella tenía diez años, y junto a sus padres pasó tres largos y sudorosos días explorando la ciudad desde el amanecer hasta el crepúsculo. Al final de cada día, caían rendidos en las camas del hotel y ordenaban servicio a la habitación (un lujo inaudito para la familia Peterson) porque estaban demasiado exhaustos para ducharse y aventurarse a salir a cenar. En la última mañana, su padre sorprendió a la familia con boletos para uno de los tours en carros a pedales por la ciudad. Los tres se apretujaron al fondo del pequeño carruaje, tomando helados y riendo mientras el guía pedaleaba alrededor del Mall.

Ni en un millón de años soñó Gwendy que un día viviría en la capital del país. Si alguien le hubiese planteado la posibilidad, incluso dieciocho meses antes, su respuesta habría sido un rotundo no. La vida es curiosa, piensa, cortando por un camino de grava en dirección a la Novena Avenida. Llena de sorpresas, y no todas buenas.

Dejando atrás el Mall, Gwendy llena sus pulmones de aire helado y acelera para la corrida final. Las calles ahora están vivas, bullendo de trabajadores tempraneros, indigentes emergiendo de sus cajas de cartón, y los ronroneos y rechinos de los camiones de basura haciendo sus rondas. Gwendy avista las luces multicolores de Navidad que cuelgan de su ventana, y se lanza a correr con velocidad. Su vecina de enfrente levanta una mano y la saluda, mas Gwendy no la ve ni la oye. Sus piernas se flexionan con una gracia fluida y fuerza, pero su mente está muy lejos en esta fría mañana de diciembre.


 

2

Incluso con el cabello húmedo y apenas un toque de maquillaje en el rostro, Gwendy es hermosa. Despierta varias miradas de admiración (sin mencionar algunas abiertamente envidiosas) mientras permanece en la esquina del atestado ascensor. Si su vieja amiga, Olive Kepnes, aún viviera (incluso después de todos estos años, Gwendy piensa en ella casi todos los días), Olive le diría que luce como un millón de dólares y algo más. Y estaría en lo cierto.

Vestida con unos sencillos pantalones grises, blusa de sed blanca y zapatos de tacón bajo (lo que su madre llama zapatos sensibles), Gwendy luce diez años más joven que los treinta y siete que tiene. Ella discutiría vigorosamente con quien le dijera eso, pero sus protestas serían en vano. Era la simple verdad.

El ascensor suena su campana y las puertas se abren en el tercer piso. Gwendy y dos más se deslizan hacia afuera y se unen al pequeño grupo de empleados que esperan en fila frente al puesto de seguridad acordonado. Un robusto guardia con una placa y arma en el costado se encuentra la entrada, escaneando las etiquetas de identificación. Una joven guardia mujer está ubicada unos pasos detrás de él, observando una pantalla a medida que los empleados pasan entre los parantes verticales de un detector de metales.

Cuando llega el turno de Gwendy al frente de la fila, ella extrae una identificación laminada de su cartera de cuero y se la entrega al guardia.

“Buen día, congresista Peterson. ¿Día ajetreado?” escanea el código de barra y se la devuelve con una sonrisa amistosa.

“Todos son ajetreados, Harold.” Ella le guiña el ojo. “Tú lo sabes.”

La sonrisa del guardia se ensancha, exponiendo un par de incisivos de oro. “Ey, no diré nada si usted tampoco lo hace.”

Gwendy se ríe y comienza a alejarse. A sus espaldas: “Salude de mi parte a su marido.”

Ella echa un vistazo por sobre el hombro, reajustando la cartera en el brazo. “Lo haré. Con suerte, estará en casa para Navidad.”

“Dios quiera,” dice Harold, persignándose. Luego se vuelve hacia el siguiente empleado y escanea su credencial. “Buen día, congresista.”

1 comentario:

  1. Podrías traducir la segunda parte de "El circo de la familia Pilo"¿?

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