viernes, 28 de agosto de 2020

"La pluma mágica de Gwendy" en español: capítulos 3 y 4


3

La oficina de Gwendy es amplia y espaciosa. Las paredes están pintadas de un amarillo suave y las adornan un mapa enmarcado de Maine, un espejo cuadrado con marco plateado, y una insignia de la Universidad Brown. Brillante, una iluminación cálida baña un escritorio de caoba centrado en la pared opuesta. Encima de él hay una lámpara, teléfono, agenda, computadora y teclado, y numerosas pilas de documentos. Del otro lado del recinto hay un sofá de cuero negro. Frente a él, una mesa ratona cubierta por revistas desplegadas. Una pequeña mesa con una cafetera se ubica a un costado. También hay un archivero de tres cajones en la esquina más alejada y una pequeña biblioteca ocupada por libros de tapa dura, baratijas y fotos enmarcadas. La primera de las dos fotos más grandes muestra a una Gwendy radiante y bronceada, cruzados sus brazos con los de un apuesto hombre barbudo en el desfile del 4 de julio, en Castle Rock, dos años antes. La segunda es de una Gwendy más joven parada delante de su madre y padre en la base del Monumento a Washington.

Gwendy se sienta frente a su escritorio, con la barbilla apoyada sobre sus manos en entrelazadas, observando la fotografía de ella y sus padres en vez del reporte abierto frente a ella. Luego de un momento, suspira y cierra la carpeta, alejándola.

Presiona una serie de teclas en su computadora y abre su cuenta de email. Pasa revista por las docenas de noticias en su casilla de correo, y se detiene en un email de su madre. La indicación del tiempo le muestra que fue recibido diez minutos antes, hace doble clic sobre él en su monitor aparece el artículo escaneado de una noticia.

La llamada de Castle Rock

Jueves – 16 de diciembre, 1999

AUN SIN RASTROS DE DOS NIÑAS DESAPARECIDAS

A pesar de una intensa búsqueda por todo el condado, y de las docenas de pistas entregadas por varios ciudadanos, no ha habido progreso en el caso de dos muchachas de Castle Rock que fueron secuestradas.

La última víctima, Varla Hoffman, 15 años, de la calle Juniper en Castle Rock, fue arrebatada de su dormitorio en la tarde del martes 14 de diciembre. Poco después de las 6 p.m. su hermano mayor cruzó la calle para visitar a un compañero. Al regresar no más de quince minutos después, descubrió la puerta trasera rota y a su hermana desaparecida.

“Trabajamos contra reloj para encontrar a estas chicas,” comentó Norris Ridgewick, sheriff de Castle Rock. “Trajimos oficiales de pueblos vecinos y estamos organizando búsquedas adicionales.”

Rhonda Tomlinson, 14, de Bridgton, desapareció camino a su casa volviendo de la escuela en la tarde del martes 7 de diciembre…

Gwendy frunce el ceño. Ha visto suficiente. Cierra el email y comienza a alejarse; pero vacila. Escribiendo en el teclado, cambia a CORREO GUARDADO y usa la flecha de arriba para moverse por la pantalla. Después de un tiempo que se le hace eterno, se detiene en otro email de su madre, este fechado el 19 de noviembre de 1998. El asunto dice: ¡FELICITACIONES!

Lo abre y hace doble clic en el enlace. Una pequeña y oscura ventana con el título Buen día, Boston se abre en el centro del monitor. Luego comienza un video de baja resolución, y la música de presentación de Buen día, Boston comienza a sonar por los parlantes de la computadora. Gwendy baja rápidamente el volumen.

En la pantalla, Gwendy y la popular conductora de un programa diurno, Della Cavanaugh, se encuentran sentadas frente a frente en sendas sillas rectas de cuero negro. Ambas muestran las piernas cruzadas y llevan micrófonos enganchados en las solapas. En lo alto del video corre un banner que dice: MUCHACHA LOCAL LO LOGRA.

Gwendy se encoge ante el sonido de su voz en el video, pero no lo apaga. En vez de eso, reajusta el volumen, se recuesta en su silla, y se ve siendo entrevistada, recordando cuán profundamente extraño (e incómodo) se sintió el tener que contar su vida frente a miles de extraños…


 

4

Después de graduarse de Brown en la primavera de 1984, Gwendy pasa el verano trabajando medio turno en Castle Rock antes de asistir al Taller de Escritores de Iowa, a principios de septiembre. Por los siguientes tres meses, se enfoca en sus tareas y comienza a escribir los episodios iniciales de la que se convertiría en su primera novela, un drama familiar e intergeneracional ambientado en Bangor.

Cuando termina el taller, ella regresa a Castle Rock para las Fiestas, se hace un tatuaje de una pequeña pluma junto a la cicatriz de su pie derecho (ya sabremos más de la pluma dentro de poco), y comienza a buscar empleos a tiempo completo. Recibe varias ofertas interesantes y pronto se decide por una floreciente  firma de publicidad y relaciones públicas, cerca de Portland.

A fines de enero de 1985, el señor Peterson sigue a Gwendy (en un tráiler de U-Haul lleno de muebles de segunda mano, cajas de cartón repletas de ropa, y más zapatos de los que una persona debería tener) y la ayuda en su mudanza al departamento alquilado en un segundo piso del centro de la ciudad.

Gwendy comienza a trabajar la semana siguiente. Rápidamente demuestra tener un instinto natural para el mundo de la publicidad; y en el transcurso de los siguientes dieciocho meses gana un par de promociones. A mitad del segundo año, ella se encuentra viajando por toda la costa este para encontrarse con clientes VIP, y aparece incluida en los nombres más importantes de la compañía como Gerente Ejecutiva de Cuentas.

A pesar de frenético itinerario, la novela inconclusa nunca se aleja de sus pensamientos. Fantasea acerca de ella constantemente, y la picotea en cada momento y resquicio de tiempo libre que puede hacerse: vuelos largos, fines de semana, días nevados poco frecuentes, y las ocasionales noches de semana en que su trabajo se lo permite.

Durante una fiesta navideña de su trabajo, en diciembre de 1987, su jefe, en una conversación informal, le presenta a Gwendy un viejo amigo de la universidad, a quien le cuenta que su empleada modelo no solo es un gerente de primera línea, sino también una aspirante a escritora. Da la casualidad de que el viejo amigo está casado con una agente literaria, así que llama a su esposa y le presenta a Gwendy. Contenta de tener una compañera amante de los libros con quien charlar, la agente congenia inmediatamente con Gwendy y, para el final de la velada, la convence de que le envíe las primeras quince páginas de su manuscrito.

Cuando acaba la segunda semana de enero, y el teléfono de Gwendy suena una tarde, ella se sorprende al escuchar del otro lado que la agente le pregunta qué fueron  de esas quince primeras páginas. Gwendy le explica que creyó que la agente solo estaba siendo amable y realmente no quería agregar un libro más a la pila de obras impublicables. La mujer le asegura a Gwendy que nunca es cortés cuando se trata de su material de lectura, e insiste en que se lo envíe cuanto antes. Entonces, por la noche, Gwendy imprime los tres primeros capítulos de su novela, los mete en un sobre expreso de FedEx y los despacha. Dos días después, la agente llama de nuevo pidiendo el resto del manuscrito.

Solo que existe un problema: Gwendy no ha terminado el libro.

En vez de admitir eso a la agente, ella se toma el día siguiente libre, un viernes (la primera vez que lo hace), y pasa todo un largo fin de semana bebiendo litros de Pepsi dietética y escribiendo a dos manos para terminar la última media docena de capítulos. Durante el almuerzo del lunes, Gwendy imprime las casi trescientas páginas restantes y las apretuja en una caja de FedEx.

Varios días más tarde, la agente llama y le ofrece representarla. El resto, como se dice, es historia.

En abril de 1990, la novela debut de una Gwendy de 28 años, El verano de la libélula, es publicada en tapa dura con excelentes críticas y menos que sorprendentes ventas. Unos meses después gana el prestigioso Premio Robert Frost, que la Sociedad Literaria de New England entrega anualmente “a trabajos literarios de gran mérito”. Este galardón le representa quizás (y es un quizás muy limitado) la venta de unos pocos cientos de ejemplares más, y constituye una linda propaganda para la edición en tapa blanda. En otras palabras, nada del otro mundo.

Todo eso cambia muy pronto con el lanzamiento de su segundo libro, un thriller suburbano llamado Turno de Noche, publicado el siguiente otoño. Las críticas excepcionales y el boca a boca disparan las ventas, llevándola a la lista de bestsellers del New York Time durante cuatro semanas consecutivas, donde se ubica cómodamente entre mega estrellas de la talla de Sidney Sheldon, Anne Rice y John Grisham.

El año siguiente, 1993, es testigo de la publicación de la tercera y más ambiciosa novela de Gwendy, Un beso en la Oscuridad, un poderoso thriller de seiscientas páginas que transcurre a bordo de un crucero. El libro representa un regreso a las listas de bestsellers (esta vez por seis semanas) y muy pronto llega a los cines justo para las Fiestas la versión fílmica de Turno de Noche, protagonizada por Nicholas Cage como el marido suburbano engañado.

En este punto de su carrera, Gwendy está lista para dar el gran salto a las grandes ligas de la industria del entretenimiento. Su agente le anticipa una oferta de 7 dígitos por su próximo libro, y tanto El verano de la libélula como Un beso en la Oscuridad se encuentran en avanzado estado de producción por parte de importantes estudios de cine. Todo lo que ella debe hacer es mantener el rumbo, como le gusta decir a su padre.

En vez de eso, ella cambia de dirección y sorprende a todos.

Un beso en la Oscuridad está dedicado a un hombre llamado Johnathon Riordan. Años antes, cuando Gwendy comenzó a trabajar en la agencia, fue él quien la tomó bajo su tutela y le enseñó los secretos del mundo publicitario. En un momento en que él fácilmente podría verla como una competencia directa (especialmente debido a la proximidad de sus edades; Johnathon era solo tres años mayor que Gwendy) él decidió en cambio hacerse amigo de ella y se convirtió en su aliado más cercano, tanto dentro como fuera de la oficina. Cuando Gwendy olvidó las llaves dentro del auto por segunda vez en otros tantos días, ¿a quién le pidió ayuda? A Johnathon. Cuando necesitó buenos consejos sobre citas, ¿a quién acudió? A Johnathon. Ambos pasaron incontables noches comiendo comida china directamente de los empaques de cartón, y mirando comedias románticas en el apartamento de Gwendy. Cuando ella vendió su novela debut, Johnathon fue la primera persona a quien se lo contó; y cuando participó en su primer evento de firma de ejemplares, él estaba al frente de la fila en la librería. A medida que pasó el tiempo y su relación se fue fortaleciendo, Johnathon se convirtió en el hermano mayor que Gwendy nunca tuvo, pero que siempre quiso. Y luego él enfermó. Y nueve meses después, había fallecido.

Aquí es donde la sorpresa entra en escena.

Inspirada por la muerte de su mejor  amigo a manos del SIDA, Gwendy renuncia a la agencia de publicidad y dedica los siguientes ocho meses a escribir unas memorias no ficticias acerca de la inspiradora vida de Johnathon como un joven gay, y las trágicas circunstancias de su deceso. Al terminar, y con el luto aún no superado, inmediatamente se embarca en la dirección de un documental basado en la historia de Johnathon.

Su familia y amigos quedan sorprendidos, y a la vez no. La mayoría quiere explicar su nueva pasión con la simple y remanida frase: “Solo es Gwendy siendo ella misma.” En cuanto a su agente, aunque nunca se lo dice directamente (eso sería antipático, por no decir descortés), está profundamente decepcionada. Gwendy ha estado en la ruta del estrellato, pero la ha abandonado para encarar un tema tan controvertido e inesperado como la epidemia del SIDA.

Pero a Gwendy no le preocupa. Alguien importante le dijo una vez: “Tú tienes muchas cosas para contarle al mundo… y el mundo va a escuchar.” Y Gwendy Peterson está convencida de ello.

Ojos cerrados: la historia de Johnathon se publica en el verano de 1994. Genera comentarios positivos en Publishers Weekly y Rolling Stone, pero no impacta en las cadenas nacionales de librerías. Para fines de agosto, la obra es relegada a las mesas de saldos en la mayoría de las tiendas.

Por otro lado, el documental de título parecido es una historia totalmente distinta. Lanzado poco después que el libro, la película es presentada en festivales llenos de público y llega a ganar un Oscar por Mejor Documental. Cerca de cincuenta millones de espectadores ven cómo Gwendy pronuncia, con lágrimas en los ojos, su discurso. Ella pasa la mayor parte de los meses siguientes otorgando entrevistas a publicaciones nacionales, y apareciendo en varios programas diurnos y nocturnos. Su agente está maravillada. Ella ha vuelto a la senda del éxito, y está más vigente que nunca.

Gwendy conoce a Ryan Brown, un fotógrafo profesional de Andover, Massachusetts, durante la filmación del documental. Ambos entablan fácilmente amistad y, en un giro de eventos inesperado, comienzan una relación.

Una mañana nubosa de noviembre, mientras hacen senderismo por las orillas del Royal River cerca de Castle Rock, Ryan saca de su mochila un anillo de diamantes, echa una rodilla al suelo  y le propone matrimonio. Gwendy, con lágrimas y mocos corriendo por su rostro, se encuentra tan embelesada que no puede articular palabra. Entonces Ryan, siempre buen muchacho, cambia de rodilla y le pregunta de nuevo. “Sé cuánto te gustan las sorpresas, Gwennie. Vamos, ¿qué dices? ¿Pasas el resto de tu vida conmigo?” Esta vez Gwendy encuentra su voz.

Se casan al año siguiente en la iglesia de sus padres, en el centro de Castle Rock. La recepción se lleva a cabo en la Posada Castle y, más allá de que el hermano de Ryan bebe demasiado y se rompe la muñeca en la pista de baile, la pasan muy bien. El padre de la novia y el padre del novio congenian gracias a su admiración mutua por las nutrias de Louis L Amour, y las dos madres pasan todo el día cuchicheando como hermanas. La mayoría predice que ahora que Gwendy ha sentado cabeza, se estabilizará y concentrará en escribir novelas de nuevo.

Pero Gwendy Peterson ama las sorpresas. Y tiene una más bajo la manga.

Producto de la inflamada furia y frustración que le produce la forma cruel y discriminatoria en que los enfermos de SIDA siguen siendo tratados (ella está particularmente indignada por la reciente aprobación en el Congreso de continuar con la prohibición de la entrada al país de gente con VIH, aunque ya se han reportado más de dos millones y medio de casos en todo el mundo), Gwendy decide, con la bendición de su marido, de candidatearse en un cargo público.

Está de más decir que su agente no se encuentra para nada satisfecha.

Gwendy se encomienda en cuerpo y alma a una campaña que pronto toma impulso. Se suman adeptos en un número sin precedentes, y los primeros patrocinadores exceden toda expectativa. Como señala un famoso y mezquino personaje: “Peterson, con un carisma y energía sin límites, no solo ha movilizado al voto joven y a los indecisos; ha encontrado la forma de atraer a los simplemente curiosos. Y, en un estado tan conservador como Maine, eso podría ser la clave para un otoño exitoso.”



Resulta que esa persona está en lo cierto. En noviembre de 1998, con un margen de menos de cuatrocientos votos, Gwendy Peterson supera al titular del Distrito Uno de Maine, el congresista republicano James Leonard. Al mes siguiente, solo unos días después de Navidad, se muda a Washington D.C.

Así que ahí la tienen, la historia de cómo Gwendy se encuentra en los once meses y ocho días de un cargo de dos años en el Congreso, exponiendo sus ideologías utópicas (como se refirió a ellas la Fox durante la última transmisión) a quienquiera que desee escucharlas, y a menudo siendo mencionada (no sin un dejo de burla) como la Congresista Famosa.

El intercomunicador de su escritorio lanza un pitido, sacando a Gwendy de su máquina del tiempo. Tantea el teclado para cerrar el video, y presiona un botón titilante en su teléfono. “¿Sí?”

“Siento molestarla, pero tiene una reunión de Normas y Regulaciones  en siete minutos.”

“Gracias, Bea. Enseguida salgo.”

Gwendy echa un vistazo a su reloj de pulsera, incrédula. Cristo, acabas de desperdiciar cuarenta y cinco minutos de tu mañana. ¿Cuál es tu problema?”  Es una pregunta que se ha hecho mucho últimamente. Coge un par de carpetines de la pila y se apresura a salir de la oficina.


miércoles, 26 de agosto de 2020

"La pluma mágica de Gwendy" en español: capítulos 1 y 2


Comienzan las nuevas y desopilantes aventuras de Gwendy 😁. Bueno, tal vez no tan desopilantes, pero nuevas seguro. Los invito formalmente a pasar por mi página de Patreon, donde podrán ver los extraordinarios beneficios de colaborar conmigo: https://www.patreon.com/yotraductor. Recién estoy armando todo, así que verán algo escuálida la página; mas con el tiempo irá creciendo. ¡Vámonos con Gwendy!

LA PLUMA MÁGICA DE GWENDY

1

El jueves 16 de diciembre de 1999, Gwendy Peterson se despierta antes que el sol, se viste en capas para el frío y sale a correr.

Alguna vez ella caminó con cierta cojera gracias a una herida en el pie derecho, pero seis meses de fisioterapia y plantillas ortopédicas en sus zapatillas New Balance favoritas se ocuparon de ese problemita. Ahora ella corre al menos dos o tres veces por semana, preferiblemente al amanecer mientras la ciudad recién comienza a abrir sus ojos.

Han ocurrido muchas cosas en los quince años desde que Gwendy se hubo graduado en la Universidad Brown y se mudó lejos de su pueblo natal de Castle Rock, Maine; pero hay tiempo para contar esa historia. Por ahora, continuemos mientras ella realiza su recorrido.

Luego de estirar sus piernas en los escalones de concreto de su casa alquilada, Gwendy corre por la Novena Avenida, sus pies pisando a un ritmo estable sobre el camino con sal, hasta que llega a la Avenida Pensilvania. Gira a la izquierda y cruza el Monumento Naval y la Galería Nacional de Arte. Incluso en pleno invierno, los museos están bien iluminados, los caminos de grava y asfalto bien limpios; nuestros impuestos en acción.

Una vez que Gwendy llega al Mall, acelera un cambio, sintiendo la ligereza de sus pies y la fuerza en sus piernas. Su coleta asoma desde la capucha, golpeando contra la espalda de su sudadera con cada paso que da. Cruza por el Estanque Reflectante, extrañando a las familias de patos y aves que hacen de él su hogar durante los meses cálidos del verano, hacia la sombra del obelisco del Monumento a Washington. Se mantiene en la senda iluminada, dando un rodeo a la famosa estructura, y encara por el este hacia el Capitolio. Los Museos Smithsonianos se alinean aquí a ambos lados del Mall, y ella recuerda la primera vez que visitó Washington D.C.

En aquel verano ella tenía diez años, y junto a sus padres pasó tres largos y sudorosos días explorando la ciudad desde el amanecer hasta el crepúsculo. Al final de cada día, caían rendidos en las camas del hotel y ordenaban servicio a la habitación (un lujo inaudito para la familia Peterson) porque estaban demasiado exhaustos para ducharse y aventurarse a salir a cenar. En la última mañana, su padre sorprendió a la familia con boletos para uno de los tours en carros a pedales por la ciudad. Los tres se apretujaron al fondo del pequeño carruaje, tomando helados y riendo mientras el guía pedaleaba alrededor del Mall.

Ni en un millón de años soñó Gwendy que un día viviría en la capital del país. Si alguien le hubiese planteado la posibilidad, incluso dieciocho meses antes, su respuesta habría sido un rotundo no. La vida es curiosa, piensa, cortando por un camino de grava en dirección a la Novena Avenida. Llena de sorpresas, y no todas buenas.

Dejando atrás el Mall, Gwendy llena sus pulmones de aire helado y acelera para la corrida final. Las calles ahora están vivas, bullendo de trabajadores tempraneros, indigentes emergiendo de sus cajas de cartón, y los ronroneos y rechinos de los camiones de basura haciendo sus rondas. Gwendy avista las luces multicolores de Navidad que cuelgan de su ventana, y se lanza a correr con velocidad. Su vecina de enfrente levanta una mano y la saluda, mas Gwendy no la ve ni la oye. Sus piernas se flexionan con una gracia fluida y fuerza, pero su mente está muy lejos en esta fría mañana de diciembre.


 

2

Incluso con el cabello húmedo y apenas un toque de maquillaje en el rostro, Gwendy es hermosa. Despierta varias miradas de admiración (sin mencionar algunas abiertamente envidiosas) mientras permanece en la esquina del atestado ascensor. Si su vieja amiga, Olive Kepnes, aún viviera (incluso después de todos estos años, Gwendy piensa en ella casi todos los días), Olive le diría que luce como un millón de dólares y algo más. Y estaría en lo cierto.

Vestida con unos sencillos pantalones grises, blusa de sed blanca y zapatos de tacón bajo (lo que su madre llama zapatos sensibles), Gwendy luce diez años más joven que los treinta y siete que tiene. Ella discutiría vigorosamente con quien le dijera eso, pero sus protestas serían en vano. Era la simple verdad.

El ascensor suena su campana y las puertas se abren en el tercer piso. Gwendy y dos más se deslizan hacia afuera y se unen al pequeño grupo de empleados que esperan en fila frente al puesto de seguridad acordonado. Un robusto guardia con una placa y arma en el costado se encuentra la entrada, escaneando las etiquetas de identificación. Una joven guardia mujer está ubicada unos pasos detrás de él, observando una pantalla a medida que los empleados pasan entre los parantes verticales de un detector de metales.

Cuando llega el turno de Gwendy al frente de la fila, ella extrae una identificación laminada de su cartera de cuero y se la entrega al guardia.

“Buen día, congresista Peterson. ¿Día ajetreado?” escanea el código de barra y se la devuelve con una sonrisa amistosa.

“Todos son ajetreados, Harold.” Ella le guiña el ojo. “Tú lo sabes.”

La sonrisa del guardia se ensancha, exponiendo un par de incisivos de oro. “Ey, no diré nada si usted tampoco lo hace.”

Gwendy se ríe y comienza a alejarse. A sus espaldas: “Salude de mi parte a su marido.”

Ella echa un vistazo por sobre el hombro, reajustando la cartera en el brazo. “Lo haré. Con suerte, estará en casa para Navidad.”

“Dios quiera,” dice Harold, persignándose. Luego se vuelve hacia el siguiente empleado y escanea su credencial. “Buen día, congresista.”

domingo, 23 de agosto de 2020

¡"La pluma mágica de Gwendy" en español! Prólogo de Stephen King



Traducción propia

En la primera entrada del blog les presento la traducción que me encuentro realizando actualmente. Estoy hablando de "LA PLUMA MÁGICA DE GWENDY", continuación de "Gwendy's Button Box" ("La caja de botones de Gwendy"), novela breve escrita a cuatro manos por Richard Chizmar y Stephen King, publicada en el 2017, la cual narraba la historia de una muchacha que se encuentra en posesión de una misteriosa caja con el poder de destruir el mundo.

Gwendy
"La caja de botones de Gwendy", primera parte de una trilogía ya anunciada.

Esta nueva historia tiene como protagonista a una Gwendy ya adulta, con su vida enfocada en una prometedora carrera política. Lo que menos esperaba (y necesitaba) era que la caja de botones volvería a cruzarse en su camino...

Richard Chizmar y Stephen King
Richard Chizmar y Stephen King, creadores de la historia de Gwendy

Si bien en esta secuela ya no participó Stephen King como coautor, contó con su beneplácito al punto de que escribió un interesante prólogo. Hoy comparto con ustedes este texto introductorio que echa luz sobre la génesis del personaje y, de paso, nos permite adentrarnos en la tarea creativa del famoso escritor de Maine, algo que sus fanáticos siempre apreciaremos.

Y ahora, sin más rodeos, el comienzo de...


LA PLUMA MÁGICA DE GWENDY

CÓMO GWENDY ESCAPÓ AL OLVIDO 

Por Stephen King 

Escribir historias es básicamente un juego. Se transforma en trabajo una vez que el escritor va al grano, pero casi siempre comienza como un simple juego de “hacer creer”. Empiezas con un y si…, luego te sientas a tu escritorio para descubrir a dónde lleva esa pregunta. 

Hace cuatro o cinco años (no recuerdo exactamente, pero debió haber sido mientras todavía trabajaba en la trilogía de Bill Hodges) comencé a jugar con la idea de una Pandora moderna. Ella fue una niñita curiosa, la recordarán, que recibió una caja mágica y cuando su condenada curiosidad (la maldición de la raza humana) hizo que la abriera, todos los males del mundo salieron volando. ¿Qué pasaría, me pregunté, si una niña moderna recibiera una caja similar, entregada a ella no por Zeus sino por un extraño misterioso? 

Me encantó la idea y empecé a escribir una historia llamada “La caja de botones de Gwendy”. Si me preguntan de dónde nace el nombre de Gwendy, no sabría decirles, así como tampoco recuerdo exactamente cuándo redacté las 20 o 30 páginas originales. Debo haber pensado en Wendy Darling, la pequeña novia de Peter Pan, o en Gwyneth Paltrow, o tal vez sencillamente apareció en mi cabeza (como el nombre de John Rainbird en Ojos de Fuego). En todo caso, visualicé una caja con un botón de color diferente para cada gran porción de tierra en el planeta; si presionabas uno de ellos, algo malo sucedía en el continente al que correspondía el botón. Agregué uno negro que destruiría todo, y (solo para mantener el interés del dueño de la caja) pequeñas palancas a los costados que entregaban dulces adictivos. 

También debo haber estado pensando en mi cuento favorito de Fredric Brown, “El arma”. En él, un científico involucrado en la creación de una super bomba abre su puerta una noche a un extraño, quien le ruega que detenga lo que está haciendo. El científico tiene un hijo que es, como decimos ahora, “mentalmente discapacitado”. Luego de que el científico despide a su visitante, ve al hijo jugar con un revólver cargado. La última frase de la historia es, “Solo un loco le daría un arma cargada a un idiota”. 

La caja de botones de Gwendy es esa arma cargada, y aunque ella no sea para nada una idiota, sigue siendo solo una niña, por amor de Dios. Qué haría con esa caja, me pregunté. ¿Cuánto tardaría en hacerse adicta a los dulces que recibía? ¿Cuánto, hasta que la curiosidad la llevase a apretar uno de esos botones, solo para ver qué sucedía? (resultó ser Jonestown). ¿Y se obsesionaría con el botón negro, el de la destrucción total? ¿Podría terminar la historia con Gwendy (luego de un día particularmente malo, tal vez) presionando ese botón y desencadenando el apocalipsis? ¿Eso sería tan descabellado en un mundo donde existe suficiente poder nuclear para destruir toda vida sobre la Tierra por cientos de años? ¿Y donde, queramos admitirlo o no, algunas de las personas con acceso a esa armas no están del todo en sus cabales? 

La historia anduvo bien al principio, pero luego comencé a quedarme sin combustible. No me sucede a menudo, pero sí ocurre de cuando en cuando. Tengo probablemente dos docenas de historias sin terminar (y al menos dos novelas) que simplemente se rindieron. (O tal vez yo me rendí ante ellas). Creo que había llegado al punto en que Gwendy está viendo cómo esconder la caja lejos de sus padres. Todo empezó a verse complicado. Pero no sabía qué sucedería a continuación. Dejé de trabajar en la historia y me dediqué a otra cosa. 

Pasó el tiempo (quizás dos o tres años, capaz que un poco más). De vez en cuando pensaba en Gwendy y en su caja misteriosa y peligrosa, pero no se me ocurrían nuevas ideas así que la historia siguió en el escritorio de la computadora de mi oficina, bien abajo en la esquina de la pantalla. No borrada, pero ignorada. 

Luego un día recibí un email de Rich Chizmar, creador y editor de Cemetery Dance y autor de algunos relatos breves muy buenos del género fantástico/terror. Él sugirió (casualmente, supongo, sin esperanzas reales de que yo aceptara) que podríamos colaborar en una historia, o que tal vez me gustaría participar en una ronda de escritores, donde algunos autores trabajan para crear una sola ficción. La idea de la ronda no me atrajo porque las historias que se producen así raramente son interesantes; pero sí me gustó la idea de la colaboración. Conocía el trabajo de Rich, lo bien que maneja a los pueblos pequeños y la vida suburbana de clase media. Él sabe evocar sin esfuerzo patios con barbacoas, niños en bicicletas, viajes al Walmart, familias comiendo palomitas de maíz frente a la TV… luego abre un hoyo en esas cosas al introducir un elemento sobrenatural y una pizca de horror. Rich escribe historias donde la Buena Vida de repente se torna brutal. Pensé que si alguien podía terminar la historia de Gwendy, era él. Y, debo admitirlo, sentía curiosidad. 

Para abreviar, él hizo un trabajo brillante. Yo reescribí algo de su material, él reescribió algo del mío, y dimos a luz una pequeña joya. Siempre le estaré agradecido por no permitir que Gwendy sufriese una muerte lenta en la esquina inferior derecha de mi pantalla. 

Cuando sugirió que podría contarse más de esa historia, me interesó pero sin demasiada convicción. ¿De qué se trataría? Yo quería saberlo. Me preguntó qué pensaría yo si Gwendy, ahora una adulta, fuera elegida para la Casa de Representantes de EE.UU., y la caja de botones reapareciese en su vida… junto con su misterioso propietario, el hombre del sombrerito negro. 

Uno sabe cuando algo está bien, y eso era tan perfecto que sentí celos (no mucho, pero sí un poco). La posición de poder de Gwendy en la maquinaria política recordaba a la caja de botones. Le dije que sonaba bien, y que debería darle para adelante. Honestamente, yo seguro que habría dicho lo mismo si me hubiese sugerido que Gwendy se convertía en astronauta, pasaba a través de un portal espacial y terminaba en otra galaxia. Porque Gwendy es tan mía como de Richi. Seguramente más, porque sin su creatividad ella no existiría en absoluto. 

En la historia que estás por leer (¡eres afortunado!) se muestran todas las capacidades formidables de Rich. Él evoca muy bien a Castle Rock, y los hombres y mujeres comunes que habitan la ciudad son muy creíbles. Conocemos a esas gentes y nos preocupamos por ellas. También nos preocupamos por Gwendy. A decir verdad, medio que me enamoré de ella, y estoy encantado de que haya vuelto a por más. 

Stephen King 

17 de mayo de 2019

LATER de Stephen King EN ESPAÑOL - Capítulo 14

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