lunes, 14 de septiembre de 2020

"La pluma mágica de Gwendy" en español: capítulo 13



13

¿Y qué hay de esos regalos que la caja entrega tan gentilmente?

Aunque ella no vio la pequeña bandeja deslizándose en el centro de la caja con un dólar de plata, cree que de ahí provino la moneda que estaba sobre el escritorio. Moneda, caja; caja, moneda; todo tiene sentido.

¿Eso significa que si tira de la otra palanca (la que está a la izquierda del botón rojo, recuerda como si fuese ayer) recibirá una pequeña chocolatina? Tal vez. Y tal vez no. Nunca puedes estar segura con la caja de botones. Ella creía que había mucho más secretos bajo la manga hace quince años, y ahora lo cree aún más.

Frota la yema del dedo contra la pequeña palanca, pensando en los chocolates con forma de animales, nunca dos iguales, cada uno exóticamente dulce y no más grande que una gominola. Ella recuerda la primera vez que sus ojos se posaron sobre uno de aquellos chocolates, parada junto a Richard Farris en frente del banco de la plaza. Tenía la gorma de un conejo, y el grado de detalle era asombroso: ¡el pelaje, las orejas, los adorables ojitos! Después de ese, vino un gatito, una ardilla y una jirafa. Luego su memoria le falla, pero recuerda lo suficiente: comías uno de esos chocolates y no tenías hambre por unos segundos; comías un puñado de ellos durante un tiempo y uno cambiaba: se hacía más rápido y fuerte e inteligente. Tenías más energía y siempre parecías estar en el lado ganador de una moneda o de un juego de mesa. Los chocolates también aumentaban tu agudeza visual y borraba el acné. ¿O fue la pubertad quien se encargó de eso? A veces era difícil decirlo.

Gewndy mira abajo y se horroriza al ver que su dedo ha pasado de la pequeña palanca a la fila de botones de colores. Quita la mano rápidamente como si la hubiese metido en un panal de abejas.

Pero es demasiado tarde, y la voz regresa:

“Verde claro: Asia. Verde oscuro: África. Anaranjado: Europa. Amarillo: Australia. Azul: Norteamérica. Violeta: Sudamérica.”

“¿Y el rojo?” pregunta Gwendy en voz alta.

“Lo que tú quieras,” responde la voz, “y tú lo desearás, el dueño de la caja siempre lo desea.”

Ella sacude la cabeza, tratando de silenciar la voz, pero ésta aún no ha terminado.

“Los botones son duros de apretar,” le dice Farris. “Debes usar tu pulgar y presionar realmente fuerte. Lo cual es bueno, créeme. No querrías cometer ningún error con ellos, oh no. Especialmente con el negro.”

El negro… en el pasado, ella lo llamaba el Botón del Cáncer. El recuerdo la hace temblar.

Suena el teléfono.

Y por segunda vez en el día, Gwendy casi se desmaya.


  

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