jueves, 17 de septiembre de 2020

"La pluma mágica de Gwendy" en español: capítulos 19, 20 y 21

 


19

Gwendy se tapa con las frazadas hasta el pecho y le da una última mirada a la caja antes de apagar la lámpara. Temprano en la mañana, luego de cepillarse los dientes y lavarse la cara, colocó la caja de botones en el vestidor, junto a su alhajero y sus cepillos. Ahora, se pregunta si debería ponerla más cerca. Solo para estar segura.

Se estira para encender la luz de nuevo, pero se queda congelada cuando escucha el chirrido de una puerta abriéndose sobre goznes que necesitan aceite. Inmediatamente reconoce el sonido. Es la puerta de su armario.

Sin poder moverse, observa con terror cómo una figura oscura emerge del closet. Intenta ladrar una advertencia (Alto, tengo un arma! ¡Llamaré al 911!; lo que sea para ganar un poco de tiempo) pero se da cuenta de que está conteniendo el aliento. Recordando la caja de botones en el vestidor, se deshace del grueso acolchado y se arrastra por la cama.

Pero el intruso es demasiado veloz.

Él la embiste, sus poderosos brazos tomándola por la cintura y luchando para tirarla otra vez en la cama. Ella grita y se agita ante su atacante, arañándole el rostro, desgarrando el pasamontañas que tiene puesto.

Gwendy ve su cara en el brillo de la televisión y gime.

El intruso es Frankie Stone (por alguna razón vivo de nuevo y luciendo exactamente como hace casi veinte años en la noche cuando mató a su novio), pantalones anchos camuflados, lentes oscuros y una remera ajustada, mostrando su estúpida sonrisa, cabello castaño grasiento chorreando sobre sus hombros, una explosión de acné salpicando sus mejillas.

Él la da vuelta e inmoviliza a Gwendy contra el colchón, y ella puede oler el rancio y asqueroso aliento a alcohol cuando le susurra “Dame la caja, perra estúpida. Dámela ahora mismo o te comeré viva”; y luego sus mandíbulas se abren imposiblemente enormes, y el mundo entero se oscurece mientras Frankie Stone cierra su boca y la engulle.


 

20

Gwendy se yergue impetuosamente en la cama, aferrando un manojo de sábanas bañadas en sudor contra su pecho y luchando por respirar. Sus ojos se apresuran a la puerta del armario (está bien cerrado) y luego al vestidor. La caja de botones está exactamente como la dejó, inmóvil en la oscuridad con su mirada vigilante.


 

21

“¿Segura que no quiere despachar su maleta, congresista Peterson?”

Gwendy mira al copiloto, quien se había presentado minutos antes cuando ella abordó el jet privado de ocho asientos, pero ya ha olvidado su nombre. “No, está bien. Guardé mi laptop y probablemente me dedique a hacer algún trabajo mientras esté en el aire.”

“Muy bien,” dice él. “deberíamos estar despegando en treinta minutos.” Él muestra una sonrisa confiada (una que dice, Su vida está en mis manos, señora; pero anoche dormí muy bien y solo hice un pequeño saque de cocaína esta mañana, así que está todo bien) y se sumerge en la cabina.

Gwebdy bosteza y mira por la ventanilla a la ajetreada pista. Lo último que desea durante el corto vuelo es juguetear con su laptotp. Se encuentra exhausta por no haber dormido profundamente la noche anterior. Aún no han transcurrido cuarenta y ocho horas desde que la caja de botones regresó a su vida, y ella ya ha pasado del impacto y la curiosidad a la ira y el resentimiento. Mira de reojo su maleta, encajada debajo de la butaca que está frente a ella, y lucha contra el impulso de volver a revisar la caja.

Entrecerrando los ojos, intenta silenciar la voz obsesiva que rebota en el fondo de su cabeza, y repentinamente los abre de nuevo cuando cae en la cuenta de que se está durmiendo. Hacerlo con la caja desprotegida no sería una buena idea, se dice a sí misma.

“¿Está segura?” se pregunta de repente en voz alta, sin quererlo. Mira otra vez la valija. El vuelo dura menos de noventa minutos. ¿Qué es lo peor que podría pasar si se toma una siesta? Ella no lo sabe y no tiene intenciones de averiguarlo. Ya podrá dormir cuando llegue a su destino.

¿Está segura? Está pensando en la vieja película de Dustin Hoffman, esa con el malvado dentista nazi. ¿Está segura?

Cuando se trata de la caja de botones, Gwendy conoce la respuesta. La caja nunca está segura. No realmente.

“Somos los segundos en despegar, congresista,” dice el copiloto, asomándose por la cabina. “La tendremos en Castle Rock unos minutos antes del mediodía.”


 

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