sábado, 10 de octubre de 2020

"La pluma mágica de Gwendy" en español: capítulo 67

 


67

El breve discurso de Gwendy en la fiesta de Año Nuevo resulta más que bien, y se gana una entusiasta ronda de aplausos por parte de la audiencia, junto con los acostumbrados silbidos. Castle Rock puede estar orgullosa del éxito de su chica, pero aún hay muchos que no creen que una mujer deba representarlos en la capital del país, y mucho menos una de treinta y siete años que encima es demócrata. Es lo que muchos veteranos llaman “sumar un insulto a la injuria.”

Cuando Brigette explicó la primera vez que el plan era juntar a todos los de la Municipalidad en el parque de Castle Rock a las 11:00 pm para realizar el conteo a medianoche, en el centro de la ciudad y junto a la torre del reloj, Gwendy pensó que era el epítome de una mala idea. Estaría oscuro y helado. La gente, cansada y malhumorada. Incluso predijo que la mayoría seguramente preferiría la calidez de sus livings para celebrar la caída de la bola con Dick Clark y las estrellas invitadas en la televisión.

Pero, ahora lo admitía, se equivocaba.

Los voluntarios de la municipalidad habían creado todo un mundo de ensueño en el parque, colgando docenas de guirnaldas navideñas con luces en los árboles y arbustos, alrededor de las barandas, en el techo de la glorieta y a lo largo de la estacada blanca que bordea los bosques al norte del parque. Adornos rojos y verdes cuelgan de los postes de luz y las señales de tráfico. Un puesto de chocolate y café caliente ha sido instalado a la entrada, y alguien incluso ornamentó el Monumento  a los Caídos, ciñendo el cuello de los soldados de la Primera Guerra con un brillante listón rojo y limpiando los lamparones de excremento de palomas de los cascos.

Brillando por su ausencia, los carteles por las niñas perdidas habían desaparecido de los postes telefónicos, las farolas y las ventanas de las pocas edificaciones que rodeaban al parque. Por unas pocas horas, ese tema había sido suprimido y la gente se enfocaba en lo positivo y esperanzador. Mañana por la mañana, los posters y las habladurías sin duda regresarían.

A las 11:45 pm, mientras Gwendy está haciendo fila para una taza de chocolate, el lugar está realmente animado. Los niños pasan corriendo en grupos junto a ella, gritando y riendo, arrojándose bolas de nieve y patinando sobre charcos de hielo, mientras sus padres y vecinos caminan por los alrededores, pasando de un grupo a otro, charlando, bebiendo a escondidas sorbos de whiskey de sus petacas, y haciendo grandiosos planes para que el 2000 sea el mejor año de todos. Gwendy llega a ver a Grace Featherstone, la de la librería, hablando con Nanette, la empleada de la cafetería. Brigette se encuentra dando instrucciones a un grupo de empleados junto a las mesas de picnic, sin duda asegurándose de que todo esté listo para la cuenta regresiva a medianoche. Gwendy había visto al señor y la señora Hoffman más temprano, en el salón, pero los evitó escondiéndose en el baño más tiempo de lo necesario. Con respecto a eso, hasta ahora iba bien; no los había vuelto a ver.

La fila va avanzando, y ella se fija en un hombre alto con un gran bigote y una gorra de los Patriots apoyado en un poste de luz junto a la fuente. Parece estar mirándola, pero Gwendy no está segura. Piensa que recuerda haberlo visto antes entre el público durante su discurso.

“¿Es usted, señora Gwendy Peterson?”

Ella se vuelve. Le toma un segundo reconocer al hombre mayor parado  detrás, pero enseguida lo recuerda. “Vaya, hola de nuevo. Señor Charlie Browne.”

“Solo Charlie, por favor.”

“¿Disfrutando de las festividades?”

“Lo disfrutaba mucho más cuando estábamos bajo techo y no me congelaba las menudencias.”

Gwendy echa la cabeza atrás y ríe. “Qué bueno que no esté soplando viento, o todos pareceríamos estatuas de hielo.”

Él gruñe y mira alrededor. “¿Vio a mi hijo por algún lado? Cuando ese reloj dé las doce, me largo de aquí.”

Gwendy niega. “Lo siento, no lo he visto.”

“Ahí estás,” dice Brigette, llegando envuelta en un halo de perfume. “Te andaba buscando. ¿Qué haces en la fila?” Sacude la mano furiosamente en dirección a una mujer del puesto. “¿Me trae inmediatamente un chocolate para la congresista?”

“Brigette, no,” dice Gwendy horrorizada. La gente las está mirando, alguno de ellos señalándolas.

“Aquí está,” dice una mujer de cabello oscuro, llegando apurada con una humeante taza de chocolate.

Gwendy no quiere aceptarla, pero no tiene opción. “Gracias, no era necesario.”

“Tonterías,” dice Brigette, tomándola del brazo y llevándola. “Te quiero junto a mí a la medianoche.”

“Feliz año nuevo, señor Browne,” dice Gwendy por sobre el hombro. “Un gusto volver a verlo.”

“Feliz año nuevo, congresista,” dice él, sonriendo, y Gwendy no sabe si es su imaginación o no, pero está casi segura de que el tono del hombre ha dejado de ser amistoso.

“Tres minutos más,” dice Brigette, mirando su reloj. Encuentra a su marido hablando con otros dos hombres. “¡Travis, Travis!” Apunta a la torre del reloj. “¡Por allí!”

Él asiente dudando y comienza a ir en esa dirección.

La torre del reloj se encuentra en el corazón mismo del Parque de Castle Rock. Mide casi siete metros de alto y un metro de ancho. Erigido durante la reconstrucción del pueblo, después del Gran Incendio, muestra una placa en la base que dice: En honor al indomable espíritu de los ciudadanos de Castle Rock – 1992.

Una mujer robusta, luciendo lo que parecen varias capas de camisetas de franela, lanza una mirada de alivio al aproximarse a ellas. “Gracias a Dios, comenzaba a preocuparme.” Le entrega un micrófono a Brigette. Un largo cable negro repta desde él hasta un gran parlante preparado sobre una mesa de picnic, a sus espaldas.

Gwendy sonríe a la mujer. “Feliz año nuevo.”

La mujer le desea lo mismo, tímidamente, y con rapidez corre la vista.

Travis pasa junto a ellas, sonriendo y oliendo a loción de afeitar y whiskey. “¿Todo listo, señoras?”

“Casi,” dice Brigette. Enciende el micrófono y del parlante surge un silbido de acople. La gente gruñe y se cubre las orejas. La mujer de las remeras se escabulle para manipular varias perillas del parlante hasta que el sonido disminuye y, finalmente, desaparece.

“¡Un minuto para la medianoche!” anuncia Brigette, ansiosa. “¡Un minuto para la medianoche!”

La gente comienza a juntarse al pie de la torre, los niños avanzan hasta el frente, la mayoría usando collares fluorescentes y llevando cornetas y silbatos. Varios de los adultos usan sombreros de cartón con brillantina que rezan ¡Y2K!, ¡2000! O ¡FELIZ AÑO NUEVO!

“¡Treinta segundos!” exclama Brigette con una voz rozando la histeria; y, por primera vez en la noche, Gwendy se pregunta cuánto bebió su amiga.

Estudiando la multitud, ve a Grace, Nanette y Milly Harris, la organista de la iglesia, acurrucadas al costado. Las tres observan el reloj y cuentan. Charlie Browne está parado con un pie en la cerca. Lleva puestas botas de vaquero y un sombrero de plástico verde con una flor amarilla artificial. Sonríe y saluda a Gwendy con gran aspaviento. Ella le agradece el saludo, pensando que tal vez se equivocó unos momentos antes.

A unos metros detrás del señor Browne está el desconocido de bigotes con la gorra de los Patriots. Se encuentra observando a la gente, pero es difícil verle el rostro porque la visera se lo cubre.

“DIEZ, NUEVE, OCHO, SIETE, SEIS…” Brigette aleja el micrófono de su boca. El rugido de la multitud se ha elevado más que la voz amplificada.

“CINCO… CUATRO… TRES… DOS… UNO…”

La gente estalla. “¡FELIZ AÑO NUEVOOOO!”

El aire se llena con una cacofonía de gritos embriagados, cornetas y silbatos. Vuela la serpentina y el papel picado. Alguien dispara cañitas voladoras. El cielo nocturno se ilumina con explosiones rojas, blancas y azules que alumbran también el suelo cubierto de nieve. Alrededor de Gwendy, todos se abrazan y besan. Ella piensa en Ryan, la forma en que su barba le roza el mentón cuando la besa, y siente crecer en el centro del pecho un dolor profundo.

Brigette se desenreda del abrazo de su marido, y llega el turno de Gwendy. “¡Feliz año nuevo!” grita por sobre el bullicio, abrazando fuerte a su amiga. “¡Estoy muy feliz que estés aquí!”

“¡Feliz año nuevo!” dice Gwendy, con el rostro bañado por el fulgor de los fuegos artificiales.

“Ahora es mi turno.” Travis está parado detrás de su esposa, con los brazos abiertos de par en par, mirando a Gwendy. “¡Feliz año nuevo!”

Gwendy se inclina, lo abraza y su cara se aplasta contra la fría mejilla de Travis. “Feliz año…” comienza a decir. Y entonces, algo cambia.

Todo cambia.

De repente, ve a Travis muy claramente, muy brillante y enfocado, casi como si tuviese luz propia, y todo a su alrededor se desploma. Ella nota la pequeña cicatriz en la barbilla de Travis e inmediatamente sabe que el perro del vecino, Barney, lo atacó cuando él tenía ocho años porque le había estado tirando piedras desde el otro lado de la cerca. Eso fue en Boston, donde Travis creció. Ella observa su cabello grueso, ondulado y repentinamente sabe que está teniendo un romance con su estilista, una mujer soltera llamada Katy que vive en un tráiler a las afueras del pueblo con su hijo de tres años. Su vieja amiga Brigette no sabe nada al respecto…

… y luego la visión se desvanece, y Travis desaparece de su vista, como si hubiese sido succionado por un vórtice negrísimo; y todo a su alrededor vuelve a aparecer.

“… estás bien?” pregunta Travis. Está parado a unos pasos, mirándola con preocupación.

Gwendy pestañea y mira en rededor. “Estoy bien,” dice. “Por un momento me mareé.”

“Dios, creí que te estaba dando un ataque, o algo así.”

“Vamos,” dice Brigette, agarrándole el brazo. “Sentémonos.”

“En serio, estoy bien.” Quiere marcharse, y quiere marcharse ya. “Creo que ya es hora de irme a casa. Ha sido un largo día.”

“¿Segura que deberías manejar? Travis podría…”

“Estaré bien,” dice Gwendy, forzando una sonrisa. “Lo prometo.”

Brigette la mira fijamente. “Ok, pero ten cuidado.”

“Lo haré,” dice Gwendy, despidiéndose. “Mañana te hablo.”

¿Qué diablos fue eso? Piensa, cruzando el parque hacia su auto. No sabe cómo describir lo que acaba de pasar, pero está segura de que nunca antes había experimentado algo remotamente parecido. Es casi como si se abriera una puerta, y ella hubiese pasado. ¿Pero abierta a qué? ¿Al alma de Travis? Suena increíble, como algo salido de una novela de ciencia ficción, pero tiene algo de sentido, así como la caja de botones.

¿Acaso lo que ocurrió es algún tipo de efecto colateral, debido a los chocolates que le dio a su mamá? ¿Y por qué Travis? Apenas lo conoce, y no fue la única persona con la que tuvo contacto esta noche. Estrechó la mano de muchas otras personas.

Repentinamente, una figura oscura surge de las sombras frente a ella. “¿Está bien, señora Peterson?”

Sorprendida, Gwendy se para en seco. Es el extraño de la gorra de los Patriots, y está parado lo suficientemente cerca como para tocarla. Ahora se encuentra atrapada entre dos edificios, y está mucho más oscuro sin las luces de la calle.

“Estoy bien,” dice, intentando sonar tranquila. “Debería tener más cuidado al emboscar a la gente así. Especialmente con todo lo que está pasando.”

“Mis disculpas,” dice el hombre con tono amable. “Vi lo que ocurrió y me preocupé.”

“Vio lo que ocurrió,” repite Gwendy con un hilo de voz. “¿Y por qué me estaba mirando, señor…?”

“Nolan,” dice el hombre, abriendo su abrigo para mostrar una placa en el cinturón. “Detective Nolan.”

Gwendy abre los ojos y siente un rubor subiendo por sus mejillas. “Ahora me siento como una tonta.”

El detective levanta las manos. “Por favor no, señora. Debería haberme identificado enseguida.”

“¿El sheriff le pidió que me vigile?”

“No, señora. Por cómo habla de usted, debe estar seguro de que puede cuidarse sola.”

Gwendy ríe. Se imagina a Norris diciendo esas palabras. “Bueno, que tenga buenas noches, detective. Gracias por preocuparse.”

Él asiente en silencio y comienza a dirigirse hacia el parque.

Gwendy enfila hacia la calle y, en el momento que reconoce al hombre caminando en su dirección, decide llevar a cabo un experimento. “Hola, señor Gallagher,” dice. “Feliz año nuevo.” Se saca un guante y le extiende la mano.

“Feliz año nuevo para usted, señorita.” El profesor de álgebra de octavo le estrecha la mano con un apretón firme. Ella siente los gruesos callos de su palma. “Debería pasar por la escuela algún día. A los chicos les encantará verla.”

“Lo haré,” dice ella, esperando que ocurra algo extraordinario, cualquier cosa.

Pero no sucede nada.

Así que sigue caminando hasta llegar a su auto. Va pensando en la caja de botones y sus chocolates, sin mirar dónde pisa, cuando siente que su pie se desliza. Un momento está  viendo su reflejo en el oscuro vidrio de una cafetería, y al siguiente se encuentra patinando sobre un charco de hielo, agitando las manos.

Alguien la toma por la cintura.

“Oh, Dios mío,” dice enderezándose.

“Eso estuvo cerca, señora Peterson.” Lucas Browne la suelta y se acerca al cordón. Regresa con su guante. “Se le cayó esto.” Sonríe y se lo entrega, rozándole los dedos…

… y de repente, Main Street se hunde: los autos, las tiendas, las luces de la calle desaparecen, y todo lo que ella ve es a él iluminado, casi brillante. Y así, sin más, ella lo sabe. Lucas Browne es el Hada de los Dientes. Mira su mano y ve cómo sus dedos enguantados se cierran alrededor de un instrumento de acero quirúrgico, llegan hasta la boca de un muñeco lleno de dientes falsos sobre una mesa muy iluminada, puede leer Escuela Dental en una bata de laboratorio que él lleva puesta… y esos mismos dedos, ahora sucios, aferrando unos alicates; y está parado frente a una aterrada Deborah Parker, su largo cabello pegoteado por el sudor, los ojos exorbitados y llenos de miedo, las puntas de las botas texanas del hombre manchadas con sangre…

Y luego la oscuridad se lo engulle, y la ciudad vuelve a enfocarse, y Lucas Browne se encuentra parado frente a ella.

“¿Qué pasó?” pregunta él, achicando los ojos. “¿Está bien?”

“Estoy… estoy bien,” dice ella. “Gracias. Me salvaste de una fea caída.” Su voz suena apagada y distante.

Una joven pareja que camina abrazada pasa junto a ellos. El chico, un aspirante a james Dean con su chaqueta de cuero y un cigarrillo colgando de los labios, los saluda. “¿Qué hay, Lucas?”

Lucas no responde, ni siquiera lo mira. Solo observa a Gwendy cruzar la calle con la misma mirada cautelosa en el rostro.

Gwendy se sube al auto, cerrando apuradamente la puerta. Sus manos tiemblan y su corazón parece que va a estallar. Arranca y se aleja sin esperar a que se caliente el motor. Cuando echa un vistazo a la acera, Lucas Browne sigue allí, mirándola.


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

LATER de Stephen King EN ESPAÑOL - Capítulo 14

  14   Es hora de hablar de Liz Dutton, así que presten atención. Préstenle atención. Medía alrededor de un metro setenta, la altura d...