viernes, 9 de octubre de 2020

"La pluma mágica de Gwendy" en español: capítulos 64, 65 y 66


 

64

Gwendy está sentada con las piernas cruzadas en la cama, el cabello húmedo envuelto en una toalla, y envía el email que acaba de redactar. Una vez que el módem se desconecta, cierra su laptop. Con cara de preocupación, salta de la cama y comienza a vestirse. Se está atando los zapatos cuando suena el teléfono.

“¿Hola?” Intenta no esperanzarse.

“Gwendy, soy Patsy Follet. ¿Estás ocupada?”

“¡Patsy!” dice ella, entusiasmada al escuchar la voz de la congresista. “Acabo de responder tu email.”

“Y yo, de leerlo. Me imaginé que sería más fácil llamarte.”

“Bueno, ¿cómo estás?” pregunta Gwendy. “¡Feliz año nuevo!”

“También para ti. Me iba genial hasta que hablé con mi amigo del Senado esta mañana. Después, no tan genial.”

“¿Realmente creen que nos convocarán antes de lo previsto?”

“Eso es lo que me dijo. Alguna sesión de emergencia por culpa del Presidente Bocón y Corea. La primera vez que sucede desde Harry Truman.”

“Significa que hay más de lo que nos cuentan las noticias.”

“Evidentemente,” dice Patsy con disgusto. “Debo admitir, es la primera vez  que realmente tengo miedo de que ese idiota nos meta en otra guerra.”

Gwendy mira la caja de botones al otro lado de la habitación. Camina hasta ella.

“¿Gwen, estás ahí?”

“Sí, aquí estoy. Solo estaba pensando.”


 

65

Gwendy solo se queda en lo de sus padres por un rato, lo suficiente para hablar de los Patriots con su papá (él opina que Pete Carroll debe retirarse después de terminar otra vez en cuarto lugar; ella cree que se merece un año más para cambiar las cosas) y ayudar a su mamá en la elección de un vestido para la cena de Año Nuevo con los Goffs.

Ella ya ha salido y está buscando las llaves de su auto cuando la señora Peterson abre la puerta y la detiene. “Espera un segundo. Necesito hablarte de algo.”

Gwendy se da vuelta. “Debes entrar, mamá, antes de que te resfríes. Está helado.”

“Solo será un segundo.”

Malas noticias, piensa Gwendy, leyéndole la expresión de la cara. Sabía que era demasiado bueno para ser cierto.

“Me temo que tengo malas noticias.”

“Oh, mamá,” dice Gwendy. “¿Qué ocurre?”

“Debería habértelo dicho antes, pero seguía acobardándome.”

Gwendy se acerca. “Solo dime qué es lo que pasa.”

“Revisé mi cartera, busqué por todos lados, incluso llamé al hospital… pero no puedo encontrar tu pluma mágica.”

Gwendy la mira y comienza a reír.

“¿Qué? ¿Cuál es la gracia?”

“Pensé… pensé que me dirías que estabas enferma de nuevo, que el hospital se había equivocado.”

La señora Peterson se coloca una mano en el corazón. “Dios, no.”

“La pluma ya aparecerá, si debe hacerlo,” dice Gwendy, abriendo la puerta de casa. “Ya apareció antes. Ahora entra, tontuela.”


 

66

Camino a su casa desde Carbine Street, Gwendy ve la camioneta del sheriff estacionada en la curva de la ruta 117 con las balizas encendidas. Ella pone el guiño y se estaciona detrás de él.

Al bajar del auto, ella ve al sheriff trepando por una zanja nevada que corre junto a la autopista. Está hasta las caderas de nieve y maldice sin parar.

“¿Qué pensarían los ciudadanos si te escucharan hablar así?”

El sheriff levanta la vista hacia ella, con nieve en el pelo y una mirada asesina. “Pensarían que he tenido un día de mierda, lo que es cierto.”

Gwendy extiende una mano para ayudarlo. “¿Qué estabas haciendo ahí abajo?”

“Creí que había visto algo,” dice, tomándole la mano. Sale de la zanja y comienza a sacudir las botas sobre la grava. La vuelve a mirar. “Estaba por llamarte antes de estacionarme.”

“¿Qué pasa?”

Él se frota la barbilla con una mano. “Recibimos un sobre en la comisaría hace una hora. Sin remitente. Con sello postal de ayer, en Augusta.”

Gwendy se siente enrojecer, Sabe qué vendrá a continuación.

“Dentro del sobre estaba el gorro anaranjado que Deborah Parker llevaba la tarde que se fue a patinar. Y dentro del gorro… habían tres dientes más, posiblemente suyos.”

Gwendy lo mira muda, incapaz de articular una palabra.

“Para empeorar las cosas, hace un rato hablé con ese reportero del Portland Herald. Alguien filtró información. Ya sabe de los dientes que encontramos en la sudadera, y sabe acerca del sobre.”

“Pero dijiste que lo recibieron hace una hora.”

Él asiente. “Así es.”

“¿Entonces cómo…?”

El sheriff se encoge de hombros. “Supongo que alguien necesitaba el dinero. Como sea, está escribiendo un artículo para el diario de mañana y ya está usando como alias apodo “El hada de los dientes”.

“Jesús.”

“Huh,” responde el hombre, sombrío. “La mierda está por salir a flote.”


 

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