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Gwendy
pasa la mayor parte de la tarde dominical de Navidad haciendo compras
con su mamá. Su primera parada es en Walmart, donde Gwendy elige un par de
rompecabezas para su padre, y la señora Peterson coge el último walkman Sony
disponible en el estante para Blanche Goff, su vecina y amiga de muchos años,
“así lo usa durante sus paseos mañaneros alrededor de la pista de la
escuela."
El celular de Gwendy suena
mientras se dirigen al estacionamiento. Es su padre, llamando para saber cómo
está su mamá. Gwendy la mira y dice que está todo bien, prometiendo que la
vigilará. Antes de cortar, la señora Peterson le quita el celular de las manos
y dice, “Mira tu partido de football y déjanos en paz, vejete.” Ambas se suben
al Subaru, amontonando sus bolsas en el asiento trasero y riendo como un par de
adolescentes.
Lo cierto es que Gwendy ha estado vigilando atentamente a su
madre, y hasta el momento está encantada con lo que ha visto. La señora
Peterson aún luce algo frágil, y definitivamente camina más lento; pero es lo
esperable después de todo lo que acaba de atravesar. Más importante aún, al menos
para Gwendy, es el hecho de que la actitud alegre de su madre y su punzante
sentido del humor han regresado, sin mencionar la dulce sonrisa que siempre la
caracterizó. Durante las ocho semanas de quimioterapia, mucho de eso se había
perdido.
Después de Walmart, las dos
mujeres tomaron un almuerzo ligero en Crackel Barrel y se dirigieron al mal en
la ruta 119. El establecimiento de dos pisos está tan abarrotado y ruidoso como
un partido de football el viernes por la noche (pareciera que la mitad de los adolescentes
de Castle Rock se encuentra allí esa tarde) pero eso no le afecta a su
diversión. Gwendy y su mamá pasan las siguientes horas buscando los últimos
regalos de sus listas, tomando helados de dos bochas mientras observan a la
gente en el patio de comidas y cantando junto a la selección interminable de
villancicos que suenan en los altoparlantes del mall.
En la parada final del día, Gwendy
deja a su mamá en un banco fuera de una tienda de artículos deportivos, y entra
a comprar un equipo impermeable para cuando Ryan practica kayak. Fue el único
pedido que él le hizo antes de marcharse, y ella está decidida a ponerlo bajo
el árbol navideño hasta que regrese.
Gwendy está guardando el recibo en su bolso sin mirar por dónde camina, cuando
se tropieza con otro cliente al salir de la tienda.
“Lo siento,” dice Gwendy; levanta
la mirada y ve quién es. “¡Oh, Dios mío, Brigette!”
La mujer, alta y rubia, ríe y alza
la bolsa de compras que había escapado de sus manos. “La misma Gwendy de
siempre, corriendo hacia algún lugar.”
Brigette Desjardin iba dos años
más avanzada que Gwendy en la secundaria de Castle Rock. Por aquellos días, ambas
practicaban atletismo y pasaban mucho tiempo juntas en sus casas.
“No te había visto desde cuándo…
¿el desfile del cuatro de julio?” pregunta Gwendy, abrazando a su amiga.
“Ese día también me chocaste.”
Gwendy se cubre la boca. “Oh, Dios
mío, tienes razón, lo siento.” Gwendy le había tirado un vaso de limonada de la
mano a Brigette encima del vestido veraniego nuevo. “Nunca supe ser tan torpe,
pero creo que me estoy poniendo al día por el tiempo perdido estos últimos
años.”
“Está bien Gwendy,” dice Brigette,
riendo. “Creo que hay una forma de que me compenses.”
“Dime.”
Brigette enarca las cejas. “Bueno,
seguramente no te enteraste, pero fui electa presidenta de la PTA en
septiembre.”
“Eso es genial,” dice Gwendy con
sincera admiración. “Felicitaciones.”
“Oh, bueno.” Brigette levanta los
ojos y sonríe. “Señorita senadora estrella.”
“No soy una…”
“De cualquier forma, estoy a cargo
de la celebración de Año Nuevo; si el clima lo permite, la haremos en
exteriores. Me preguntaba…”
Gwendy no dice nada. Adivina lo
que viene a continuación.
“… si podrías pasar y decir
algunas palabras?”
Uno de los dichos favoritos de su
madre pasan por su mente: No elijas lo
más fácil de hacer, elige lo correcto.
“Solo serían tres o cuatro
minutos, pero entiendo si no puedes o si ya tienes otro…”
Gwendy coloca una mano en el
hombro de su vieja amiga. “Será un placer.”
Brigette chilla y echa sus brazos
alrededor de Gwendy. “¡Gracias, gracias! No tienes idea de cuánto significa
para mí.”
“Solo asegúrate de no tener una
taza de chocolate en la mano cuando me veas llegar.”
Brigette lanza unas risitas,
aflojando su abrazo. “Hecho.”
“Te llamaré la próxima semana para
que me digas cuándo y dónde ir.”
“Perfecto. Muchas gracias.” Comienza a alejarse, y luego se voltea. “Feliz
Navidad para ti y tu familia.”
“Feliz Navidad. Me alegra haberme
chocado contigo.”
Gwendy gira y comienza a vadear el
mar de gente que hay en el pasillo. A medio camino del banco donde había dejado
a su madre, la señora Peterson se hace visible y Gwendy levanta una mano – pero
se queda paralizada.
Su madre no está sola.
Con una puñalada de terror
perforándole el pecho, Gwendy comienza a abrirse camino a empujones.
31
“¿Quién
era ese?” pregunta Gwendy, casi gritando, buscando frenéticamente entre
la multitud de compradores detrás del banco. “¿Quién estaba hablando contigo?”
La señora Peterson la mira
sorprendida. “¿Qué… qué ocurre?”
“El hombre con sombrero negro, el
que estaba hablando contigo… ¿lo conoces?”
“No. Dijo que estaba visitando a
unos amigos en el pueblo. Me hizo un par de preguntas y se fue.”
“¿Qué amigos?”
“No le pregunté,” dice la señora
Peterson. “¿Qué ocurre, Gwen?”
Ella ahora está en puntillas, aún
buscando entre la multitud. “¿Qué tipo de preguntas te hizo?”
“Bueno, déjame ver… me preguntó si
me gustaba Castle Rock. Le dije que había vivido aquí toda mi vida, que era mi
hogar.”
“¿Qué más?”
“Quería saber si le podía
recomendar un buen restaurante. Dijo que no había tenido una comida decente en
semanas y que estaba muy hambriento, lo que me pareció extraño considerando lo
bien que estaba vestido.”
“¿Qué más?”
“Eso fue todo. Fue una
conversación breve.”
“¿Cómo se veía? ¿Puedes
describirlo?”
“Él era…” Piensa por un momento.
“Alto y delgado, y probablemente de tu edad. Creo que tenía ojos azules.”
La señora Peterson se para y toma
sus bolsas de compra. “¿Ahora me dirás qué está pasando, o debo comenzar a preocuparme
por ti también?”
Pensando rápido, Gwendy mira a su
mamá con su habitual cara de póquer. “Hay un reportero que ha estado
molestándome las últimas semanas. Es persistente y no demasiado agradable. Por
un momento, temí que me hubiese seguido hasta aquí desde el DC.”
“Oh, querida,” dice la señora
Peterson, y Gwendy se siente terrible por mentirle. “Este caballero parecía muy
amable, pero supongo que uno nunca sabe, ¿cierto?”
Gwendy asiente rápidamente. “Cada
vez es más difícil, eso seguro.”
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