martes, 29 de septiembre de 2020

"La pluma mágica de Gwendy" en español: capítulos 46, 47 y 48

 


          46

Gwendy tampoco revisa la caja de botones la mañana siguiente. Otro punto para ella.

La Navidad amanece oscura y melancólica, con una capa sofocante de gruesas nubes colgando sobre Castle Rock. El informe meteorológico anuncia nevadas para la noche, y los camiones de la municipalidad ya están ocupados regando sal mientras Gwendy hace su camino de la tura 117 hacia la casa de sus padres. Casi todas las casas por las que pasa tienen aún sus luces de Navidad brillando a las diez y media de la mañana. Por alguna razón, en vez de lucir alegres y festivas, las tenues luces y el cielo turbio ofrecen un escenario deprimente para su trayecto.

Gwendy espera pasar el día con el mismo ánimo triste con el que se durmió, pero se decide a ocultarlo de sus padres. Ya tienen suficientes preocupaciones como para que ella les arruine la Navidad.

Pero cuando la mesa ya está levantada y se han intercambiado los regalos, Gwendy se encuentra de un humor sorprendentemente bueno. Pasar la Navidad en la casa donde se crio hace que el mundo parezca seguro y pequeño otra vez, al menos por un rato.

Como todos los años, el señor y la señora Peterson se preocupan de que Gwendy se exceda y los llene de regalos (“¡Te dijimos que no lo hicieras este año, querida, no tuvimos mucho tiempo para ir de compras!”) pero ella sabe que están sorprendidos y encantados con sus presentes. Papá, aún en pijama y bata, se sienta en su sillón reclinable con las piernas alzadas, leyendo las instrucciones de su nuevo reproductor de DVD. Mamá está ocupada modelando su chaqueta L.L.Bean y las botas en el espejo grande del pasillo. Bajo el árbol esperan una pila de rompecabezas, camisetas de varias clases y suéteres, un TiVo para que mamá grabe digitalmente sus programas, una chaqueta de invierno L.L.Beam para hombres, y una tarjeta de suscripción a las revistas National Geographic y People; todo junto a los regalos sin abrir de Ryan.

Gwendy está igual de satisfecha con sus regalos, especialmente con un precioso diario forrado en cuero que su madre encontró en una pequeña tienda en Bangor. Está sentada en el sofá de la sala, disfrutando de la textura del grueso papel con los dedos, cuando su padre le extiende un gran sobre rojo.

“Un regalo más, Gwennie.”

“¿Qué es esto?” pregunta, tomando el sobre.

“Una sorpresa,” dice la señora Peterson, acercándose y sentándose en el reposabrazos de la reclinadora.

Gwendy abre el sobre y extrae una tarjeta. Un brillante árbol de Navidad decora el frente. Una niñita con coletas está parada al pie del árbol, mirando hacia arriba, maravillada. Gwendy abre la tarjeta, y una pequeña pluma blanca cae flotando a sus pies, sobre la alfombra.

“¿Acaso es…?” comienza a preguntar, con los ojos desorbitados, pero luego lee lo que su padre le ha escrito…

SIEMPRE creíste

en la magia,

querida Gwendy, y la magia

SIEMPRE ha creído en ti.

 

… y no puede encontrar las palabras para terminar.

Levanta la vista a sus padres. Ambos están sentados con sonrisas bobaliconas en el rostro. En los ojos de su madre se forman lágrimas de felicidad.

Gwendy se agacha y recoge la pluma; la observa con incredulidad. “No puedo…” Voltea la pluma sobre la palma de la mano. “¿Cómo… dónde la encontraron?”

“En el garaje,” dice orgullosamente el padre. “Estaba buscando un destornillador de 3/8 en uno de esos gabinetes con los que te la pasabas jugando cuando eras niña, los que tienen pequeños cajoncitos.”

Gwendy asiente en silencio.

“Abrí el último cajón de la última fila, y allí estaba. No podía creerlo.”

“Debes haberla escondido allí,” dice la madre. “¿Hace cuánto? Treinta años.”

“No recuerdo,” dice Gwendy. Mira a sus padres y ahora es ella la de la sonrisa boba. “No puedo creer que hayan encontrado mi pluma mágica…”


 

47

Cuando Gwendy tiene diez años, su familia pasa una semana en las afueras de Nueva York visitando a uno de los primos del señor Peterson. Es julio y el primo (Gwendy ya no recuerda su nombre ni los de su esposa y tres hijos; haciendo memoria, nunca se vieron de nuevo excepto en alguna boda o funeral) posee una casa de verano junto a un lago, así que hay mucho para hacer. Andar en canoa, nadar, pescar, saltar de los columpios de neumáticos, incluso esquí acuático. También hay un pequeño pueblo vecino con un mini golf y tobogán acuático para los turistas.

Gwendy espera todo el verano por ese viaje. Comienza a ahorrar tan pronto como termina la escuela, guardando cada centavo que gana por ayudar a su padre en la limpieza del garaje y barrer la casa de punta a punta con su madre. Cuando ella empaca su maleta y se trepa al asiento trasero para el viaje de siete horas, ha juntado casi quince dólares en monedas. Su plan es conservar la mayor parte del dinero hasta los dos últimos días del viaje, y luego darse sus gustos. Dulces, historietas, helado, tal vez incluso una radio portátil con auriculares, si le alcanza.

Pero las cosas no salen así.

A los pocos minutos de llegar, sus padres desaparecen en la cabaña para un “gran recorrido” y Gwendy se encuentra parada junto al auto rodeada por un grupo de chicos del lugar, incluyendo sus tres primitos, que están pasando el verano en el lago. Los chicos están sin remera y bronceados, y lucen salvajes con sus cabellos enredados y sus ojos vivaces. Las chicas tienen las piernas largas y se las ven distantes, mayores.

Nerviosa y sin saber qué decir, Gwendy abre su maleta y les muestra su bolsito plástico lleno de monedas. La mayoría no le presta atención, algunos incluso se ríen. Pero uno de los más grandes no se ríe; parece interesado, capaz que incluso impresionado. Espera que los otros chicos se vayan, saltando y gritando en el patio, y se aproxima a Gwendy.

“Ey, niña,” dice, mirando alrededor. “Tengo algo que tal vez te interese.”

“¿Qué?” pregunta Gwendy, más nerviosa ahora que está a solas con un chico – un chico lindo y mayor.

Él revisa el bolsillo trasero de sus jeans cortados como pantaloncillos, y cuando saca la mano tiene algo pequeño, peludo y blanco.

“¿Una pluma”? pregunta Gwendy, confundida.

El niño hace cara de disgusto.

“No es cualquier pluma. Es una pluma mágica.”

Gwendy siente palpitar el corazón. “¿Mágica?”

Asé es. Perteneció a un jefe indio que vivía por aquí. También era un curador, uno poderoso.”

Gwendy traga saliva. “¿Qué es lo que hace?”

“Hace… cosas mágicas,” dice. “Ya sabes, te trae buena suerte y te hace más inteligente. Cosas como esas.”

“¿Puedo verla?” pregunta Gwendy casi sin aliento.

“Seguro, pero me estoy cansando de cuidarla. La tengo desde hace unos años. ¿Te interesaría tenerla tú?”

“¿Tú quieres dármela a mí?”

“Dártela no,” responde. “Vendértela.”

Gwendy no duda. “¿Cuánto?”

El niño lleva un dedo sucio a los labios, pensando. “Creo que diez dólares es un precio justo.”

Los hombros de Gwendy se sacuden un poco. “no lo sé… es mucho dinero.”

“Por una pluma mágica, no.” Él comienza a guardar la pluma. “No hay problema, se la venderé a alguien más.”

“Espera,” balbucea Gwendy. “No dije que no.”

Él la mira altivo. “Tampoco dijiste que sí.”

Gwendy echa un vistazo a su bolso de plástico lleno de monedas, y luego a la pluma.

“Te diré algo,” dice el niño. “Eres nueva por aquí, así que te haré precio. ¿Qué te parecen nueve dólares?”

Gwendy siente como si acabara de ganar el premio mayor en la ruleta de la feria. “Hecho,” dice de una, y comienza a contar nueve dólares en monedas.


 

48

Más tarde, de regreso a su casa esa noche de Navidad, Gwendy piensa en las palabras de su padre: “Todos nos burlamos de ti por esa pluma, Gwen, pero no te importó. Tú creías. Eso era lo importante, y lo sigue siendo ahora: siempre fuiste una creyente. Tu hermoso corazón te ha llevado por caminos inesperados, pero tu fe (en ti, en los otros, en el mundo que te rodea) siempre te ha guiado. Eso es lo que simboliza tu pluma mágica.”


 


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