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De
vuelta en casa, Gwendy guarda la caja de botones en su guarida y cierra
la pesada puerta detrás de ella, escuchando el clic que hace cuando se activa la cerradura. Luego gira el dial
una, dos, tres veces, y prueba la manija con firmeza para asegurarse. Casi está
llegando a su dormitorio cuando suena el timbre.
Se queda congelada en el pasillo,
conteniendo la respiración, rogando para que quienquiera que sea, se vaya.
El timbre vuelve a sonar. Ahora,
dos veces.
Gwendy, aún con la ropa que había
usado en el hospital, saca el celular del bolsillo del suéter. Marca el 911 y
prepara el dedo para apretar el botón de ENVIAR. A hurtadillas por el pasillo,
se acerca hasta el recibidor, cuidando de no hacer ruido, y espía por la
mirilla.
El timbre suena de nuevo, y ella
casi grita.
Retrocediendo un paso, corre el
cerrojo y abre la puerta.
“Dios, Sheriff. Podrías haber
llamado antes…”
“Ha desaparecido otra niña. Justo
en la otra cuadra.”
“¿Qué? ¿Cuándo?”
“Llamaron hace una hora.” El
Sheriff Ridgewick lleva la mano hasta el cinturón y ajusta el volumen de su
radio. “El padre de esta chica dice que ella estaba patinando en el estanque
con amigos. Algunos de los más grandes habían hecho una fogata y había más o
menos veinticinco o treinta personas. Otro padre se suponía que la estaría
vigilando, pero ella se fue a hablar con un vecino, y ya sabes cómo es eso.
Nadie notó que la chica había desaparecido hasta que fue hora de irse.”
“¿Tus hombres revisaron el hielo?”
pregunta Gwendy, sabiendo que es una tontería incluso antes de decirlo.
“Lo hicimos,” contesta él. “Pero
ha estado sólido desde al menos seis semanas. No hay chance de que se haya
caído.”
“¿Y ahora qué? ¿Revisaron el área
y qué más?”
“Tengo oficiales peinando los
bosques y calles cercanas. También colocamos controles en los caminos de
algunas localidades, pero si el que se la llevó la metió en el baúl y se marchó
de inmediato, ya hace tiempo que se debe haber escapado. El resto de mi gente
está haciendo preguntas por todo View Drive, averiguando si alguien vio algo
sospechoso en los últimos días.”
Gwendy queda boquiabierta. “Es
mejor que pase, Sheriff.” Da un paso atrás para darle el paso. “Debo decirte
algo y no creo que te guste.”
58
La
reportera rubia del Canal 5 sostiene el micrófono frente al rostro del
Sheriff Ridgewick mientras este habla. Ella tiene un gorro de lana celeste que
hace juego con su abrigo, y el maquillaje es perfecto, a pesar del viento y de la temperatura bajo cero. El sheriff,
con los ojos vidriosos y las mejillas coloradas, luce cansado y miserable.
“… la búsqueda de Deborah Parker,
una residente del edificio 1900 de View Drive. La señorita Parker tiene catorce
años y estudia en la Secundaria de Castle Rock.”
La fotografía a color de una
adolescente con ortodoncia y cabello ondulado castaño aparece en la esquina
superior derecha dela pantalla.
“Ella mide un metro sesenta, pesa
50 kilos y tiene cabello y ojos castaños. Se la vio por última vez esta tarde
alrededor de las 19:30, patinando con amigos en el lago Fortier. Si alguien
tiene información acerca de su paradero, o vio algo extraño en el área de
Castle View, por favor contacte al Departamento del Sheriff…”
59
Gwendy
jamás ha visto antes al hombre parado fuera de oficina del sheriff, pero
puede oler que es un periodista a un kilómetro de distancia. También ayuda el
hecho de que tenga una mini grabadora en la mano izquierda.
“Congresista Peterson,” dice,
cortándole el paso a la entrada. “¿Algún comentario sobre las niñas
desaparecidas?”
“¿Y usted es?” pregunta ella.
Él extrae una credencial plastificada
de su abrigo y la extiende tanto como lo permite el cordón. “Ronald Blum, Portland Press Herald.”
“Estoy aquí esta mañana para ser
informada por el Sheriff Ridgewick. Los comunicados oficiales se los dejo a
él.” Ella comienza a alejarse.
“¿Es verdad que ha habido otros
intentos fallidos de secuestras chicas jóvenes en Castle Rock?”
Gwendy abre la puerta y deja que
se cierre en la cara del reportero. Él grita algo más, pero ella no puede oírlo
a través de grueso vidrio.
El salón de la comisaría está muy
agitado esta mañana. Un puñado de oficiales está sentado en sus escritorios
hablando por teléfono y tomando notas. Varios más se encuentran reunidos frente
al tablón de anuncios, examinando un gran mapa de Castle Rock. Hay una fila
para la cafetera y otra frente a la fotocopiadora. Gwendy alcanza a ver a
Sheila Brigham en su cubículo y se dirige hacia allí.
La veterana recepcionista está
ocupada hablando con alguien por sus auriculares, y a juzgar por su cara se
puede afirmar que lo ha estado haciendo por un rato largo. Ve a Gwendy
acercarse y cubre el micrófono con la mano. “Pasa al fondo. Hoy esto es un
circo.”
Gwendy le agradece con un gesto y
encara al angosto pasillo. Esta vez, la puerta del sheriff está cerrada. Por
superstición, toca tres veces.
“Adelante,” dice una voz apagada.
Abre la puerta y entra. El sheriff
está parado frente a la ventana, observando el exterior. “¿Ese periodista te
alcanzó a la entrada?”
Ella asiente. “No tenía mucho que
decir.”
“Te lo agradezco,” dice él,
volviéndose y mirándola.
“Preguntó si había habido más
intentos de secuestros. Casi me desmayo, pero creo que no se dio cuenta.”
“Solo está tanteando,” dice el
sheriff, apoyándose en su escritorio.
“Supongo, pero fue muy incómodo
después de lo que te conté anoche.”
“Él no sabe nada de eso. Nadie lo
sabe. Aún.”
“¿Se lo contarás a los demás hoy?”
Él afirma con la cabeza. “La
policía estatal enviará detectives adicionales más tarde. Estamos organizando
un grupo de trabajo, así que contaré tu historia en la primera reunión.”
“Avísame si necesites que esté
allí para dar la cara.”
“No será necesario,” contesta él
como si nada. “Lo que diré es que creíste que todo era una broma hasta que te
pusiste a pensar sobre eso más tarde. Fue entonces que caíste en la cuenta de
que el tipo llevaba una máscara. Entonces me lo contaste esta mañana. No viste
ningún vehículo y no puedes ofrecer una descripción del hombre, aparte de las
ropas oscuras y los zapatos con algún tipo de tacón.”
Ella lo mira con gratitud.
“Gracias, Norris.”
“Ni lo menciones,” dice él. “No
hay necesidad de que todo el mundo descubra lo cabeza dura que eres.”
Gwendy ríe. “Suenas como mi
madre.”
60
Cuando
Gwendy entra en el cuarto 233 del segundo piso del Hospital General y ve
lágrimas en los rostros de sus padres, su alma se le cae al piso.
La señora Peterson está sentada al
borde de la cama con sus piernas colgando por el costado. Sostiene las manos de
su marido y tiene la cabeza apoyada sobre su hombro. Parece una niña. El doctor
Celano se encuentra a los pies de la cama, leyendo un informe. Cuando escucha
la puerta, se gira hacia Gwendy con una amplia sonrisa en el rostro.
“Lamento llegar tarde,” dice
Gwendy, confundida. “Me demoré en una reunión.”
Su padre alza la vista y la mira.
Sus ojos están vidriosos y brillantes, y también sonríe ampliamente.
“¿Qué ocurre?” pregunta Gwendy,
sintiendo que ha entrado en la Dimensión Desconocida.
“Oh, cariño, es un milagro,” dice
su madre, extendiéndole los brazos.
Gwendy se acerca y la abraza.
“¿Qué cosa? ¿Qué está pasando?” Su madre solo la aprieta más. El señor Peterson
señala al doctor. “Dígale lo que acaba de contarnos.”
El doctor Celano levanta las
cejas. “Todos los escaneos salieron limpios. No hay rastros de un tumor.”
“¿Qué? ¿Son buenas noticias,
cierto?” pregunta Gwendy, con temor a esperanzarse demasiado.
“Yo diría que sí.”
“¿Pero qué hay de los resultados
de la sangre?”
El doctor agita el informe médico
frente a ella. “Los análisis que hicimos ayer por la mañana también salieron
limpios. Los valores de tu madre están dentro del rango normal.”
“¿Cómo es posible?” pregunta
Gwendy, sin poder creerlo.
“Yo me pregunto lo mismo,” dice el
doctor Celano, “así que ordené análisis extras y apuré al laboratorio para que
me diesen los resultados.”
“Yo estaba intrigado por lo que
sucedía,” dice el señor Peterson, riendo. “Extrajeron tres jeringas más antes
del desayuno, y le dije a la enfermera que se estaba convirtiendo en un
vampiro.”
“Los nuevos exámenes salieron
normales. De nuevo,” dice el doctor, cerrando la carpeta y sosteniéndola al costado.
Gwendy lo mira. “¿Podría ser un
error?”
“Se cometió un error, pero no ayer
ni hoy. Estoy cien por ciento seguro de que estos resultados son precisos.” El
doctor suspira largamente y la sonrisa desaparece de su rostro. “Dicho esto,
quiero asegurarles que llegaré al fondo de lo que salió mal con los resultados
del 22. Fue un error imperdonable, y voy
a averiguar qué ocurrió.”
“¿Pero y los dolores de estómago?
¿Los vómitos?”
“Me temo que eso es un misterio,”
dice el doctor. “Me arriesgaría a decir que comió algo que le cayó mal, y el
esfuerzo al vomitar revolvió algún tejido dañado por la quimioterapia. Le ha
ocurrido a algunos de mis pacientes.”
“¿Entonces qué… qué significa todo
esto?” pregunta Gwendy.
“¡Que no está enferma!” dice el
señor Peterson, rodeando a Gwendy por el hombro y dándole una sacudida.
“¡Significa que la podemos llevar a casa!”
“¿Hoy?” dice Gwendy, mirando al
doctor. Aún no puede creer que esto esté ocurriendo. “¿Ahora mismo?”
“Tan pronto como terminemos con el
papeleo.”
Gwendy mira al doctor por un
momento, y luego a sus padres. Sus rostros brillan de felicidad. “Estoy
comenzando a creer que tu pluma realmente es mágica,” dice su padre.
Y entonces los tres están riendo
de nuevo, abrazándose y sin querer soltarse por nada del mundo.
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