lunes, 2 de noviembre de 2020

"La noche de los maniquíes" - Stephen Graham Jones - Capítulo 5

 


5

 

 

 

Si la mamá de Shanna y su hermano menor no hubiesen muerto momentos después que ella, con ella, todos mezclados (se podría decir que “por culpa de ella”) tal vez yo habría dejado que las cosas siguiesen su curso natural. Manny habría ido bailoteando (a mi papá también le gusta esa) a su gigantesca manera y estrangulado a Danielle, decapitado a JR, quemado a Tim y, no sé, ahogado a mí en un inodoro muy diminuto para él, como me lo tenía bien merecido por haber ideado aquella broma.

Quiero decir, todos lo merecíamos.

Había leído Frankenstein en el curso avanzado de Inglés, y sabía que uno no se puede alejar así porque así de sus creaciones. No sin consecuencias.

Y, para ser honesto, medio que les mentí a Danielle y JR acerca de que no había puesto a Manny en la moto. Claro que lo había colocado allí, específicamente para asustar a mi mamá, hacer que tire los huevos o algo igualmente gracioso. Mi papá lo dejó porque seguramente pensaba que al menos alguien estaba sacando provecho de ella, ya que él no podía usarla más pero tampoco tenía el valor de venderla.

Así todo, mi argumento frente a Danielle y JR habría sido más convincente si no hubiese dicho eso. Seguramente lo aprendí de mi mamá, quien usaba ese fertilizante mágico para hacer trampa en el crecimiento de su jardín. De eso se trataba mi mentira: fertilizante para hacer florecer más rápido mi idea en Danielle y JR.

Y al fin y al cabo, solo era una broma.

Lo era. Cien por ciento.

Seguro, Shanna había sido despedida y estaba en encierro permanente, Tim estaría castigado hasta que se hiciera hombre (su padre se encargaría), hasta que se hiciera hombre y dejara de ser un dominado, y la broma no había avergonzado al asistente como yo quería; pero aun así, no había sido un pérdida total. ¿Acaso no teníamos la historia de lo que casi fue? Eso es de mucho valor, si lo cuentas bien.

En todo caso, gran sorpresa, poco después aparecieron volantes engrapados en cada poste del vecindario. Evidentemente algunos pervertidos habían estado irrumpiendo en los cobertizos de las casas, robando fertilizante y probablemente (la palabra que escuché susurrar muchas veces fue “seguramente”) seguramente vendiéndolo en camionetas ocultas en los estacionamientos. Solo que, evidentemente, en diferentes bolsas puesto que nunca desaparecía el saco completo, solo el contenido que había sido sustraído a través de un agujero en la ancha y vulnerable barriga del paquete.

¿Quién habría adivinado que eso era lo que comían los maniquíes en la vida salvaje? O sea, no sé si alguien sabía que existía la “vida salvaje” para los maniquíes; pero de ser así, entonces: ¿fertilizante?

Aún así, parte de ese fertilizante mágico, quizás la mayor parte, no era solo minerales y vitaminas para las plantas. Nuestro vecindario es competitivo, eso es lo que estoy diciendo. Así como los atletas olímpicos recurren a los esteroides si creen que se saldrán con la suya, muchos de nuestros vecinos, incluyendo sobre todo a mi mamá, habían optado por el material fertilizante menos amigable con el medio ambiente y más cercano a la radioactividad que pudieron conseguir. Y la cuestión era que ellos sabían de su peligro, al punto de que ni consideraban la posibilidad de comer sus resultados. ¿Que cómo sabía eso? En los puestos de las granjas siempre había alguno de los vehículos del barrio comprando vegetales orgánicos, de la clase que no convertiría a sus familias en mutantes.

Por lo tanto Manny, me imaginaba, después de comer eso todas las noches por dos semanas, en este momento debía ser tres o cuatro veces más alto de lo que había sido para el camionero. ¿Qué significaba? En otras palabras, sería algo así como un kaiju. La versión en maniquí de Godzilla. Y siendo tan enorme, tan imponente, tan atemorizante, el único lugar donde podía esconderse era el Lago Ray Hubbard; el cual casualmente estaba como un metro más lleno de lo habitual, lo suficiente como para inundar las casas más cercanas.

No estoy en el curso avanzado de Matemáticas, así que no puedo calcular cuánta agua desplazaría un maniquí de 15 metros de altura, ni factorear ese número con el grado o lo que sea de la pendiente alrededor del lago aquí en Rockwall. Pero si pudiese, sé que los cálculos me darían la razón.

A estas alturas, Manny debía ser gigante.

Y en su razonamiento lento y limitado, se acordaba de nosotros cuatro. Cuatro, porque ya no tenía que preocuparse por Shanna.

Por lo que sabía, él era como el monstruo Frankenstein. Tal vez no quiso matar a Shanna; quizás había tratado de, no sé, abrazarla. Puede ser que hubiese estado muy feliz de volver a verla después de tantos años. Pero somos muy frágiles si nos comparamos con un monstruo como él. No conoce su propia fuerza. Solamente sabe que se siente solo, y probablemente con miedo. Y no le importa cuál mamá, papá, hermanito o hermanita se interpone en su lucha contra la soledad; solo está asustado y sin nadie con quien jugar.

¿O…?

Él nos odia.

Recuerda todo con detalle, nos ha visto entrar y salir de mi garaje los últimos tres años sin dignarnos a mirarlo siquiera.

Como sea, estábamos muertos.

En realidad, lo suponía, sería mejor para el mundo si simplemente nos matábamos. Excepto que les romperíamos el corazón a nuestros padres, y daríamos un mal ejemplo a nuestros hermanitos y hermanitas. Y todos en la escuela deberían asistir a charlas acerca de qué hacer si te invitan a un grupo suicida. No queríamos que nos recordasen así. Es mucho mejor estar en la lista de los asesinados, ¿verdad? ¿El muro de los “Partió Demasiado Joven”?

Y sí, hablo en plural porque asumo que ese es el caso; pero vean, Tim todavía no podía hablarnos, y cuando intenté reclutar a JR con mi teoría (indicando lo más indirectamente posible que “Manny era un gigante que nos persigue”) para que pudiésemos ir ante Danielle como un equipo, él solo me preguntó si era una broma, si lo había sacado de una película o qué. Mientras tanto Danielle había comenzado, por motivos ininteligibles para nadie remotamente cuerdo o con un mínimo de buen gusto o autorrespeto, una relación con Steve del equipo de su anuario escolar, así que eso terminó mi cruzada para convencer acerca de la matanza del maniquí gigante.

Sawyer, el único que lo dedujo todo. El único que sabía que estaba bien si Manny venía a por nosotros, pero no que también matase a nuestras familias.

Realmente, es algo heroico.

Aunque no se sintió así.

Tim fue el primero.


 

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