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Dos días después convoqué
una reunión de emergencia con los que aún no estaban muertos.
No era para envenenarlos o para hacer estallar una bomba
casera. No me malinterpreten, eso hubiera ahorrado mucho dolor, pero…
¿recuerdan a nuestras familias? Un grupo de chicos asesinados uno por uno sin
ninguna razón puede unir a las
madres, padres, hermanos y hermanas; pero cuatro chicos jugando con artefactos
explosivos en la playa, el largo muelle o lo que sea que hubiese detrás de la
heladería Twisty Treats durante el séptimo periodo de un fin de semana, era el
tipo de tragedia que deja a todos shockeados, buscando vicios, adicciones e
infidelidades con que llenar el vacío dejado por nosotros.
Yo fui el primero en llegar, pero me quedé vigilando desde los
árboles del parque así JR llegó antes.
Quería ver si él sentía algo en el agua, donde Manny debía estar
durmiendo. Si el lago chapoteaba más alto en la costa, por si Manny sentía la
perturbación de la fuerza del agua.
JR se dedicó a arrancar astillas del borde mismo del muelle, y
las arrojaba como aviones de papel hacia el agua. O tal vez como pequeñas
lanzas, no lo sé. Tal vez viese moscas o mosquitos que yo no divisaba desde mi
ubicación.
¿Lucía como alguien que acababa de perder a dos grandes
amigos?
Yo no estaba seguro.
¿Acaso yo lucía así?
Toqué mi rostro: no podía sentir las yemas de los dedos en mis
mejillas, mis labios, y me di cuenta de que aún tenía puesta la máscara de
maniquí que había comprado recién en una tienda de liquidaciones. Era una cara
totalmente blanca, pálida, ni siquiera tenía el color de mi cuello o de mis
orejas.
La había comprado por dos razones. La primera era que cuando
Tim me vio, vio mi verdadera cara, casi pierdo el control, abandono todo y
huyo. Segundo, si me veía como Manny, y si estaba haciendo esto por culpa de Manny, era como que en
realidad yo no estaba haciéndolo, ¿verdad? Como si Manny estuviera aquí en
persona, usándome como un mini avatar, que pudiese caber en el espacio de un
ser humano. De esta manera yo era una extensión suya, haciendo lo que él debía
hacer sin tener que llevarse a media escuela por delante, sin tener que
aplastar a todo un autobús de la iglesia, o una reunión familiar o un funeral.
Pero los funerales todavía no habían comenzado.
Y yo no quería dejarme puesta la máscara para este gran
encuentro, debí olvidar que la llevaba colocada.
Me la saqué como se saca un lente de contacto, agarrando todo
a la vez y bajando la mano mientras echaba la cabeza hacia atrás, para romper
el sello los más suave e indoloramente posible.
Mi cara ni siquiera estaba transpirada, y mi mano no temblaba
como creí que lo haría.
Lo que me interesaba era el chapoteo que JR estaba haciendo en
la punta del muelle.
Se había quitado la zapatilla derecha, y la sostenía por
detrás del hombro como un lanzador de béisbol.
Yo me adelanté veloz, alarmado, y la arrojó al lago.
Flotó por diez segundos, como sin saber qué hacer, como
preguntándose si eso estaba bien, si era a propósito, si alguien quería
deshacer esta acción; pero luego tomó el agua suficiente para hundirse, echando
una hambrienta burbuja.
JR gritó como si eso lo enfadase y comenzó a saltar,
intentando sacarse la otra zapatilla. Se cayó y casi rueda hasta el agua, pero
nunca dejó de tironear la zapatilla. Finalmente lo logró y la arrojó como si
quemase o estuviese llena de hormigas.
Luego siguieron su camiseta, su cinturón, y sus pantalones.
Cuando los arrojó se desenvolvieron en el aire y cayeron
flotando, aterrizando en el borde del muelle con una pernera en el agua y la
otra colgando. Él corrió hacia ese extremo seco como si lo odiara, inclinándose
para empujar los pantalones lejos, muy lejos. Si alguien estuviese cruzando el
puente miraría dos veces, para asegurarse de que lo que veía era cierto.
“¿Qué etapa del duelo es esa?” dijo una voz sobre mi hombro
izquierdo, prácticamente en mi oído.
De alguna manera no me sobresalté, solo giré.
Danielle.
Sin dirigir la atención hacia la máscara, la presioné
fuertemente contra el muslo, rogando que el desnudo y los llantos de JR en ese
lugar tan público fueran mucho más llamativos de lo que yo sostenía o podía
estar sosteniendo.
“¿La tercera etapa?”
dijo otra voz, y volteé más rápido con una mueca, porque había reconocido esa
voz petulante.
Steve.
Me saludó levantando la barbilla, como si siempre lo hubiese
hecho en los pasillos de todas las escuelas a las que habíamos ido juntos.
Taladré con la vista a Danielle y ella se encogió de hombros
como diciendo que no debía explicar a quién traía a nuestra reunión.
Probablemente era lo mejor que todos estuviésemos muriendo,
¿verdad? De cualquier manera, nos estábamos separando. Todo estaba cambiando.
Miré a JR.
“Es la etapa estúpida del duelo,” dije como indicando lo
obvio.
“Parece que alguien está asustado,” respondió Danielle, y
sentí más que ver (aunque definitivamente la vi) a su blusa alzarse por sobre
la cabeza, y las dos copas de su sostén verde lima brillar con el sol.
“Que los pasajeros cuiden sus ojos…” escupió Steve
especialmente para mí, y luego se sacudió hacia adelante porque Danielle había
tomado su mano y lo estaba llevando hacia el muelle, con la blusa aferrada en
la otra mano.
En el camino, Steve se sacó las zapatillas (eran buenas,
caras) y Danielle de alguna manera se las arregló para deshacerse de sus jeans
sin dejar de moverse.
Justo cuando JR se giró al escucharlos, ella lo tacleó hacia
el agua.
Steve debió sentarse para quitarse los calcetines y
pantalones. Se quedó con los bóxers, mirándome.
“Es un día triste,” me gritó. “Todo vale, amigo.” Y luego
saltó por el costado, cuidando de no engancharse con las astillas, y se
zambulló casi sin salpicar.
Miré más allá de él, más allá de todos ellos, al centro del
lago.
Justo antes de que Manny emergiese, sabía que habría un bulto
lento, como una burbuja gigante que había estado creciendo por años hasta que
finalmente saldría a la superficie para tocar el cielo.
Me negué a esa ridiculez y me saqué la camiseta, cuidando de
dejar la máscara adentro, y luego caminé hacia la luz del sol para sacarme
lentamente los pantalones una pierna a la vez, así Steve no podría decir que
tenía miedo.
Para probarlo,
también me saqué la ropa interior.
Entonces grité “¿¡Qué demonios es eso!?”, parado en puntas de
pie y mirando a lo lejos, indicando algo que realmente no estaba allí.
Continuará...
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