9
Mis ojos han visto el agujero de la gloria
A veces, no hay nada como recomponerse en el campo.
Luego
de relajarnos en Walsall y Brum durante la Navidad de 1979, era tiempo como
siempre de volver al estudio. Con placer supe que íbamos a volver con Tom Allon
a Tittenhurst Park, la casa de campo de Ringo Starr, donde habíamos mezclado Unleashed in the East.
La
última vez que estuvimos allí fue una visita relámpago y, para mí, llena de
pánico porque debía salvar mis voces de Tokio; así que no tuve demasiado tiempo
para mirar bien el lugar. Ahora que estaríamos un mes, me puse a inspeccionar,
y me encantó lo que vi.
Glenn
y yo éramos fanáticos de los Beatles, por lo que significaba mucho que Ringo le
hubiese comprado el lugar a John y Yoko, y que ellos hubiesen vivido ahí. Nos
íbamos por separado a hacer un reconocimiento, y luego nos juntábamos sin
aliento para contarnos lo que habíamos encontrado.
El
primer día, Glenn me dijo “Debes venir a ver esto.” Me llevó a un dormitorio
bastante corriente, pero la sorpresa estaba en el baño. Tenía dos inodoros,
separados por un metro, uno al lado del otro, con placas sobre cada uno de
ellos:
JOHN YOKO
Intenté
imaginármelos sentados, tomándose de las manos, haciendo popó. Es cierto, a
veces el amor no conoce fronteras.
Estábamos
super entusiasmados de almorzar y componer en el gran salón donde John y Yoko
habían filmado “Imagine”. El piano Steinway blanco ya no estaba, pero los
ventanales que Yoko abre en el video siguen allí.
Un
día, la banda y Tom estaban sentados allí almorzando, mirando la TV, cuando
apareció el video. Me voló la cabeza el mirar a mi alrededor, pensando, ¡Wow, estoy en el mismo salón! Bueno
como dicen: las cosas simples complacen a las mentes simples…
Aparentemente
Ringo no había hecho ningún cambio en la casa, excepto por la sala de estar
principal, donde había quitado el hogar de época y lo había reemplazado por uno
que lucía como un gran aro de acero. Lucía totalmente fuera de lugar… pero
supongo que a él le gustaba.[1]
Yo
pedí el cuarto sobre el salón de “imagine” porque quería tener una vista del
lago donde John y Yoko están en un bote en el video de “Jealous Guy”. Estaba
atravesando por una etapa de fitness y salía a correr alrededor del lago casi
todas las mañanas. En cada ocasión me los imaginaba sobre el agua.
El
disco que sería British Steele cobró
forma como un sueño desde el primer día. Las estrellas se habían alineado. Tom
Allon era muy organizado como productor y atento a todos los detalles, pero
también muy astuto y en contacto con las posibilidades y sensibilidades de
Priest.
Tom
sabía que tocar en vivo era la fortaleza de Priest, y donde surgían la mayoría
de las ideas. En discos anteriores, primero definíamos la batería y luego
agregábamos el resto. Tom desechó esa estrategia y nos hizo tocar a todos
juntos en el estudio. Nunca lo habíamos hecho y fue mágico.
Además
de un gran productor, Tom también era un excelso ingeniero de audio que sabía
cómo sacar el máximo provecho del espacio. Grabé la mayor parte de las voces en
un armario de escobas. Debo admitirlo, había cierta ironía en verme cantando
dentro de un closet.
Ken,
Glenn y yo comenzamos a escribir en equipo por primera vez. Eso significó un
salto cuántico. Anteriormente llegábamos con ideas individuales, o de a dos, y
luego repartíamos los créditos según el caso. Ahora, todos los créditos decían:
Tipton/Halford/Downing. Esto fue muy importante para eliminar las posibles
fricciones si uno de nosotros pensaba que nuestras ideas eran ignoradas o
menospreciadas. Me parece que la mayoría de las bandas se separan debido al
resentimiento nacido de las regalías por la autoría, más que por cualquier otra
razón.
Priest
siempre estaba atento a lo que sucedía a nuestro alrededor en términos
musicales. Ni remotamente éramos parte del movimiento punk, pero le prestábamos
atención; y creo que su inmediatez la brevedad de sus canciones plantaron la
semilla para British Steele.
Tom
nos ayudó a afianzar el proceso que había comenzado con Sin After Sin: despellejar las canciones hasta que no quedase más
que un núcleo crudo, brillante y metálico. Recortamos todo hasta el hueso:
nuestro lema era “menos es más”.
Una
canción de sonido muy punk que habíamos escrito era “Breaking the Law.” Judas
Priest nunca había sido una banda política (no es lo nuestro) pero esta
canción, sin lugar a dudas, era un agudo comentario social.
Como
persona apolítica, yo había sido indiferente a la llegada al poder de Margaret
Thatcher el año anterior, más allá de la importancia que significaba tener como
primer ministro a una mujer. Pero a los pocos meses de su gobierno, resultó
obvio que estaban ocurriendo muchas cosas malas.
Las
industrias pesada y automotriz en el interior del país estaban en crisis, y ya
se hablaba del cierre de fábricas. El desempleo se había disparado. Lo peor de
todo, millones de jóvenes no tenían expectativas y se sentían ignorados.
Al
escribir “Breaking the Law” intenté ponerme en el lugar de un muchacho
desempleado y a punto de explotar:
Ahí
estaba, bien borracho, sin trabajo y decaído,
Mi
interior es pura frustración mientras vago de ciudad en ciudad,
Siento
que a nadie le importa si vivo o muero
No quería ser el
vocero de nadie: jamás he deseado serlo. Pero veía mucha desesperanza, furia y
anarquía a mi alrededor, y quería reflejarlo.
“Grinder” fue otro
comentario social, acerca de cómo le mienten a la gente, la usan, alimentan con
ella la máquina del capitalismo, y la descartan. También le agregué más tensión
sexual: “Picadora, buscando carne…”[2]
Una
fatídica noche, a las cuatro dela madrugada, yo intentaba dormir mientras Glenn
estaba trabajando en algunos riffs en el salón de “Imagine” debajo de mí.
Suspiré, me vestí y bajé a hablar con él.
“¿Qué
diablos haces, Glenn?” pregunté.
“Oh,
lo siento, ¿te desperté?”
“¡Sí,
estoy tratando de dormir!”
“Voy
a bajar el volumen,” dijo, tocando su ampli.
Mientras
me iba, le dediqué un último comentario: “¡Tú vives después de la medianoche! (Living After Midnight)”
“¡Ese
es un fantástico título para esta canción!” dijo. Al día siguiente escribí la
letra, acerca de parrandear y pasarla bien. Tom la entendió enseguida, y para
la hora del té ya teníamos el tema terminado y pulido.
Para
“Metal Gods” me inspiré en el robot gigante de la portada de News of the World, el disco de Queen,
así como en La guerra de los mundos y
en toda la ciencia ficción que estaba devorando. Era una canción sobre
monstruos de metal sometiendo a la humanidad. ¿Quién habría pensado que
terminaría siendo mi apodo?
Abarcamos
un amplio espectro de temas en ese disco; desde canciones de rock fiesteras
como “Living After Midnight”, pasando por protestas sociales, hasta himnos al
estilo “nosotros contra el mundo” como “United.” Me encanta lo bien logrado que
quedó ese disco.
A
Tom Allon le gustaba experimentar con el sonido. Los vidrios que se rompen en
el fondo de “Breaking the Law” estuvieron a cargo de Glenn, que estrelló
botellas de leche y cerveza contra el muro exterior del estudio. En “Metal
Gods” recree a unos robots marchando al sacudir un cajón lleno de cuchillos y
tenedores junto a un micrófono. Era trabajo, pero se sentía como un juego.
Al
escuchar el resultado final, sabíamos que había salido algo bueno. “¡Demonios,
es maravilloso!” exclamó Tom, en su acostumbrado tono remilgado. Nosotros
estábamos de acuerdo. ¡Este sería especial!
Ahora
solo necesitábamos el título para el álbum, y sabíamos exactamente lo que
queríamos. Camino a un show en el norte, yo había visto un gran cartel en una
fábrica: BRITISH STEELE. Para mí, resumía al disco en todos los aspectos.
Un
artista polaco, Rozlaw Szaybo, quien ya había hecho las tapas de Stained Class
y Killing Machine, nos dio la imagen
de una mano sosteniendo una hoja de afeitar impresa con nuestro nombre y el
título del disco. El diseño inicial incluía sangre manando de los dedos, pero
pensamos que la imagen se vería mejor sin eso:
¡Somos una banda de heavy
metal! ¡Somos tan duros que no sangramos!
Habíamos
escrito, grabado, producido y mezclado el disco en treinta días. Fue una performance
estupenda y no se sintió para nada apurada. Tomó exactamente el tiempo que
debía tomar.
Cuando
Priest dejó Tittenhurst Park, no podíamos estar más conformes con nuestro nuevo
bebé. Y no me podía ir sin un recuerdo de nuestro paso por el nidito de amor de
John y Yoko.
El
closet donde yo había grabado estaba lleno de material de los Beatles. Había
fotos, discos de oro, incluso másteres en cinta; y además, un objeto que
reconocí de inmediato.
Era
un adorno un obelisco de acrílico que medía aproximadamente 45 cm. de alto… y
que aparecía en el video de “Imagine”. Mientras John toca el piano, se lo puede
ver en un pedestal junto a Yoko cuando ella abre las persianas.
¡Wow, ahí está!
No
podía creer lo que estaba viendo. Lo levanté y sentí que tenía en las manos un
pedazo de historia musical. Admito que lo escamoteé de la mansión para
mostrárselo a unos amigos en Walsall. Cuarenta años después, parece que todavía
lo tengo.[3]
Bristish Steele aparecería en ambiente mediático
transformado. Nos habíamos acostumbrado a que los mercaderes de muñecas de la
prensa musical se burlaran del heavy metal y lo ridiculizaran. Ahora, para
nuestra sorpresa, habían comenzado a reconocerlo.
El
periódico Sounds fue el principal
factótum de la Nueva Ola del Heavy Metal Británico. Las bandas principales que
la componían eran Iron Maiden, Def Leppard, Motörhead, Saxon, Samson… y Judas
Priest.
Ahora,
muchas bandas rechazan los movimientos y nichos inventados por la prensa, pero
a mí me gustaba la idea de una Nueva Ola. Consideraba que era positivo para el
metal recibir algo de atención luego de ser ignorado durante años. Se sentía
como una reivindicación.
Nuestra
banda soporte en la gira británica de British
Steele iba a ser Iron Maiden, una de las nuevas bandas celebradas por la
crítica. En las vísperas de la gira dieron una entrevista donde su cantante,
Paul Di’Anno, afirmó que barrerían a Judas Priest todas las noches.
No
me molestó en absoluto porque a) se equivocaban, y b) era el tipo de cosas que
debían decir las bandas nuevas y arrogantes. Nosotros intentamos hacer lo mismo
con cada banda grande que teloneamos, ¿por qué ellos deberían ser diferentes?
Me pareció gracioso.
Ken
no estuvo de acuerdo conmigo. Se sintió ofendido y molesto por el comentario, y
exigió que echásemos a Maiden de la gira. El resto de nosotros pensó que era
una reacción tonta frente a un comentario casual, pero él quedó absolutamente
enojado.
Amo
profundamente a Ken, pero sé que es rencoroso y jamás perdonó el desaire de
Iron Maiden. Cuando ellos fueron a vernos probar el sonido antes de uno de los
primeros shows de la gira, él se lo tomó como una afrenta personal por razones
que nunca entendí.
Realmente
no pasamos mucho tiempo con Maiden en aquella gira, pero tal vez tomé
literalmente el comentario de Di’Anno… porque la primera noche que nos
emborrachamos juntos traté de seducirlo.[4]
Fuimos a mi habitación a seguir bebiendo, pero yo estaba demasiado borracho
como para intentar nada, y él demasiado ebrio para entender lo que yo quería
hacer.
Creo
que definitivamente fue lo mejor.
Ya
habíamos comenzado la gira cuando CBS lanzó “Living After Midnight” como corte
promocional. Entró en la lista de sencillos, lo cual derivó en una tercera
invitación a Top of the Pops a fines
de marzo. ¡Brillante! Solo un
problema: teníamos un show la misma noche… en el Birmingham Odeon.
¡¿Qué?!
¡Absolutamente
no! Luego de llegar una hora tarde el año anterior, no íbamos a arriesgarnos de
nuevo. Le pedimos a Arnakata que le dijera a Beeb: “Gracias pero no. Estamos de
gira y no podemos ir.”
Esto
no salió bien. Nadie rechazaba ese
programa. La CBS y nuestros representantes quedaron horrorizados por nuestra
postura e inmediatamente comenzaron a tranquilizarnos para hacernos cambiar de
opinión. ¿No sabíamos el espaldarazo que significaría para el disco? Se
asegurarían de que los productores entendieran la situación. Nos desocuparíamos
a las seis en punto, a más tardar.
En serio, no había manera de
que volviese a ocurrir lo de la vez anterior.
Se
mostraron inflexibles e, ignorando nuestro sentido común, cedimos ante sus
razones. ¡Ok, ok, lo haremos! El 27
de marzo de 1980 fuimos a los estudios de la BBC.
Y volvió a suceder lo mismo.
Fue
una puta pesadilla. Exactamente como en la ocasión pasada: tontos productores
perdiendo el tiempo, problemas técnicos, horas y horas de espera en el
vestuario, primero preocupación y al final pánico.
¿Cómo puede ser que esté
ocurriendo de nuevo? ¿A quién podemos despedir? ¿O MATAR?
Incluso
fue peor que antes, porque no nos desocupamos hasta las nueve de la noche.
Llegamos al teatro a las once, la hora en que debíamos estar terminando el
concierto. ¡Mierda!
Cuando
nuestro auto llegó al costado del recinto, había algunos fans de Priest
fumando. Nos dieron con todo.
“¡Oh,
hasta que llegaron; ya era hora!”
“Es
la segunda vez que nos hacen lo mismo. ¡La
segunda!”
“A
ustedes no les importan los fans; ¡piensan que Top of the Pops es más importante que nosotros!”
Todo
lo que pudimos hacer fue disculparnos una y otra vez, y sentirnos una mierda
total. Nos pusimos una regla, allí y en ese momento: nunca volveríamos al
programa el día que tuviésemos un show. Nunca violamos esa regla.
Cuando
salió British Steele, dos semanas
después de esos acontecimientos, recibió las mejores críticas que jamás
habíamos obtenido. Y no solo por parte de los críticos. En la semana de su
lanzamiento, el disco escaló en las listas… hasta el puesto número cuatro.
¡Wow!
¡Eso no nos lo esperábamos! Supusimos que al álbum le iría bien, pero esto fue
una sorpresa. Con los ojos pegados a la lista de la Melody Maker, vi los artistas que estaban con nosotros en el Top
10: Genesis, Status Quo, y, mmm, Boney M. No se equivoquen, eran las grandes
ligas.
Eso
fue el anuncio de muchas experiencias nuevas; una de ellas fue grabar videos.
Después de que “Living After Midnight” llegara casi a entrar en el top 10, CBS
lanzó “Breaking the Law” como su sucesor. Nos contactaron con Julien Temple
para filmar el video.
Temple
ya había hecho un corto en vivo para “Living After Midnight” pero estaba más
relacionado con el punk. Hizo el video de “God Save the Queen” de los Sex
Pistols y acababa de terminar su película, The
Great Rock ‘n’ Roll Swindle.
Parecido
a Tom Allon, Julien era pulcro, sabía lo que hacía y era genial trabajar con
él. Nos presentó unos bosquejos para “Breaking the Law”: éramos forajidos
robando un banco, armado solamente con nuestras guitarras y el poder del metal.
Fue
fantástico. Julien me filmó cantando en el asiento trasero de un convertible
Cadillac marrón, recorriendo la Westway hacia Londres, y luego la banda
aparecía esgrimiendo las guitarras como ametralladoras mientras aterrorizábamos
a los clientes en una sucursal abandonada del Barclays Bank en Soho.
Filmar
ese video revivió en mí todas las aspiraciones actorales que me habían llevado
al Wolverhampton Grand. Lo hice genial, sin miedo de parecer ridículo (solo un
poco).
Mientras
“Breaking the Law” llegaba casi al puesto 10 (maldición, eso se estaba haciendo
costumbre) hicimos una serie de fechas en Europa durante la primavera. No fue
difícil deducir dónde amaban más a Priest. Dimos once shows; nueve de ellos, en
Alemania.
Las
cosas iban geniales en casa, pero incluso en ese punto sabíamos que el lugar
más significativo en términos de éxito era EE.UU. Los shows en teatros estaban
dando paso a conciertos en estadios, y British
Steele siguió a Unleashed… en el
Billboard 200.
Volamos
hacia allá para hacer diez semanas de presentaciones ese verano, cosa que me
dio la oportunidad de satisfacer una de mis inclinaciones sexuales más
atrevida.
En
1980 estaba atravesando una etapa extraña. Amaba estar en Priest más que a nada
en el mundo; habíamos hecho un disco que realmente pensaba era una obra
maestra; y teníamos mucho éxito a ambos lados del Atlántico. Nuestra carrera no
podía ir mejor.
Pero
más allá de los discos de oro y las multitudes… todas las noches al apagar la
luz y tirarme (borracho, siempre borracho) en la cama de otro hotel anónimo, u
(ocasionalmente) en mi habitación de Yew Tree Estate, me sentía infeliz y
frustrado. Y solo.
Hacía
cinco años que había salido con Jason. Aparte de encuentros esporádicos e
incómodos, no había vuelto a estar con alguien… y no era que simplemente estaba
solo, sino también forzado a reprimir mis deseos, necesidades, mi propia
personalidad. Debía vivir una estricta mentira, o matar a la banda que amaba.
Fuera
de la puerta, yo era Rob Halford de Judas Priest, amuleto macho y dios
emergente del metal. Pero puertas adentro era Robert John Arthur Halford, un
muchacho de casi treinta años, triste y confundido, que venía del País Negro y
y anhelaba la fruta prohibida de la compañía masculina.
Para
mí era imposible tener una pareja normal,
heterosexual y no famosa. Eso lo sabía. Lo mejor que podía esperar eran
encuentros ocasionales con extraños. Y era tiempo de salir de cacería.
Las
primeras diez fechas de la gira norteamericana volvieron a ser en Texas. Estaba
ansioso por tocar en el Fort Worth’s Will Rogers Auditorium, el Austin Opera
House y el El Paso County Coliseum, pero igualmente no veía la hora de visitar
los baños de las paradas tejanas de camioneros.
Las
paradas de camioneros en EE.UU. son un campo de recreación para los hombres gay
en busca de encuentros sexuales al azar. Son lugares ideales a tales efectos, ya
que las paradas están alejadas y a una distancia segura de amigos o (a menudo)
esposas y familiares. Hay muy poco peligro de ser visto o reconocido.
El
peligro es aún menor si uno no ve nunca la cara del tipo al que le haces una
mamada, o que te la está mamando. Acechar por esos baños es el sexo sin
compromiso definitivo, como lo llama la escritora Erica Jong. Debió haber sido
imposible ser gay en la Texas sangrienta de aquel entonces, lo cual explicaba
(lo había leído en la guía de Bob Damron) por qué sus paradas eran
especialmente activas.
No
tenían nada de románticas… pero sentía que era mi mejor opción. De hecho, era
la única opción.
Por
medio de la prueba y error, y mis viajes furtivos a los baños públicos en
Walsall, había aprendido el ritual. Primero buscabas un cubículo con un agujero
de la gloria (un pequeño hoyo en la división con el otro cubículo, a la altura
de la entrepierna). Trababas la puerta, te sentabas en el inodoro y esperabas.
Esperabas
y esperabas; y luego esperabas un poco más. Eventualmente entraba alguien al
baño de al lado. Le dabas unos segundos para sentarse, y luego golpeabas el
piso con el zapato. Muy suavemente.
TAP-TAP-TAP.
Generalmente
no pasaba nada. Pero si el otro hacía lo mismo (TAP-TAP-TAP) tú acercabas un
poco el pie al otro cubículo y repetías la operación. Si eso sucedía tres o
cuatro veces, tu pie llegaba a estar debajo de la división. Entonces era cuando
actuabas.
Te
ponías de pie y pasabas el pene por el agujero. El otro lo agarraba, te lo
ponía duro y te lo chupaba. Cuando terminabas, él pasaba su miembro por el
agujero y tú le hacías lo mismo.
Uno
debía estar en silencio a lo largo de toda la transacción (y créanme, era una
transacción). En cualquier momento podía entrar alguien a orinar inocentemente.
Si eso sucedía, uno se quedaba quieto para evitar sospechas. Y rezaba para que
no fueran policías.
Existe
una regla de cortesía. Una vez que habían terminado, uno se quedaba en el
cubículo hasta que el otro salía, se lavaba las manos y se marchaba. Es el
principal contacto humano que no involucra ningún contacto humano real.
Pero
no podían ponerse en exigentes…
En
esa gira, si Priest paraba en alguna de esas estaciones para almorzar, yo me
iba a hacer fila en los baños. Desconozco si el resto de la banda sabía lo que
me traía entre manos. Tal vez hayan sospechado. Yo nunca dije nada, ellos jamás
preguntaron. Como buenos amigos, me daban mi espacio.
En
esos lugares hay más acción por la noche, y una o dos veces llegué a tomar un
taxi hasta allí después de algún concierto. Mientras los demás tomaban una
cerveza (o a alguna de las muchas groupies), yo me excusaba diciendo que volvía
al hotel… y me adentraba en la noche.
En
el taxi, pensaba acerca de qué cara pondrían los fans de Priest que me habían
visto corear con la multitud “Take on the World” si supiesen lo que estaba por
hacer. Por Dios, que nunca se enteren.
Al
llegar me sentaba en un inodoro frío, con el corazón latiendo a mil, en medio
de la nada. Generalmente no ocurría nada y me volvía a casa. Pero muy de vez en
cuando, alguien se sentaba al lado. Otra alma perdida, con la misma soledad que
yo.
TAP-TAP-TAP.
Cuando
eso ocurría… era algo sensacional. No
servía como desahogo emocional, pero al menos sí como uno físico. Y era lo más
a que yo podía aspirar.
La gira norteamericana de British Steele fue muy buena. Las entradas se agotaron y
las fechas fueron fenomenales. Nos relacionamos muy bien con Def Leppard,
quienes se unieron a nosotros en los últimos shows. Los Scorpions también
estaban en la grilla y eran unos muchachos encantadores.
Por
aquel entonces, Priest tenía un muchacho de Relaciones Públicas británico
llamado Tony Brainsby, muy habilidoso para conseguir la atención de la prensa.
Siempre pergeñaba alguna historia para las noticias, y no le preocupaba demasiado
si era cierta o no.
Mientras
estábamos de gira, Tony sugirió plantar la historia de que yo había hecho una
película porno. Me pareció algo tonto. El disco y la gira iban bien y no me
pareció que necesitásemos algo así. Pero al final estuve de acuerdo: “Ok,
entonces adelante…”
Tony
sacó la historia, pero la única publicación que se hizo eco de ella fue News of the World, el ya desaparecido
semanario dominical de escándalos… y desafortunadamente, una revista que mis
padres leían desde que yo era chico.
Donde
quiera que estuviese, yo siempre llamaba a mis padres los domingos. Me había
olvidado totalmente de la historia inventada por Tony el domingo que llamé a mi
casa desde algún lugar del oeste.
¡RING RING! Papá atendió.
“¡Hola papá, soy Rob!”
“Hola.” Lo escuché
extrañamente brusco y cortante.
“¿Qué pasa, estás bien?”
“Yo sí,” dijo. “Pero tu mamá no.”
“¿Por qué?”
“News of the World.”
Aún no me caía la ficha.
“¿Y? ¿Qué tiene eso?”
“Tu película porno.”
¡Oh, diablos! Papá me contó que habían abierto la revista
para encontrarse con mi supuesta participación. Mamá había comenzado
recientemente a trabajar a medio tiempo en una escuela, y temía enfrentarse a
sus colegas el día siguiente.
“¡No
lo hice!” le aseguré. “¡Es un maldito invento!” Creo que papá me creyó, porque
tras treinta años de fiel lectura, nunca volvieron a agarrar esa revista. Así
que por lo menos algo bueno resultó de todo eso.
Priest
terminó el año con un festival de heavy rock en Nuremberg… y luego, yo sabía
exactamente lo que necesitaba. Vacaciones.
Las
únicas personas con las que yo podía ser abiertamente gay eran Michael, Nick y
Denise en la casa de Larchwood Road. Ese verano de 1980, Michael había
conseguido empleo como recepcionista en un hotel de Mykonos, la isla griega a
la que los gay iban en busca de sol, mar y sexo. Decidí ir a acompañarlo.
Tenía
una noche en Atenas antes de subirme al barco que me llevaría a Mykonos, por lo
que fui a un bar gay del cual había leído. Estaba totalmente abarrotado, y yo
me encontraba bebiendo un trago en un rincón cuando, al otro lado del bar,
divisé a… Freddie Mercury.
Es
raro, pero a pesar de que Freddie era un héroe, por entonces yo tenía
sentimientos encontrados sobre él. Queen acababa de tener gran éxito con “Crazy
Little Thing Called Love,” y en el video Freddie se baja de una motocicleta,
todo de cuero negro, y arroja su gorra de motoquero. Eso me había mosqueado:
¿me estaba copiando?
También
había leído una o dos entrevistas en las que Freddie decía que Queen no era una
banda de heavy metal. Me molestó eso también. Ahora suena absurdo, y lo es;
pero tenía esas cosas en mente cuando lo vi.
Freddie
me vio, me saludó y guiñó el ojo. Me hubiera gustado acercarme, pero no me
podía mover de la barra y, siendo honesto, estaba nervioso. Para cuando junté
el valor, él ya se había ido.
Michael
y yo la pasamos muy bien en Mykonos. Yo tomaba un barco todos los días que me
llevaba a una playa gay nudista llamada Super Paradise. Quedaba solo a quince
minutos, pero todos los muchachos se desnudaban durante el viaje. Yo sentía que
había muerto y estaba en el super paraíso.
En
la playa volví a ver a Freddie. Era difícil que pasara desapercibido. Tenía un
gran yate pintado con globos rosados, y navegaba alrededor de la isla una y
otra vez con un grupo de atractivos muchachos gay en tanga que lo rodeaban como
cortesanos. ¡Asombroso!
Más
adelante Freddie Mercury cantó que quería ser libre. Considerando lo que se
vivía en ese bote, reconozco que estaba haciendo un gran trabajo.
De
regreso en Walsall, decidí comprarles una nueva casa a mis padres. Ya habían
vivido en Beechdale por cerca de treinta años. Mamá en especial estaba aburrida
y quería irse. No es que odiara su casa: solo quería un cambio.
A
través de las inmobiliarias locales encontré un lindo lugar en la calle
Birmingham cerca del Arboretum, la zona residencial de Walsall. Sue y yo les
dijimos a papá y mamá que los llevaríamos a pasear el domingo, y Sue estacionó
frente a la casa.
“¿Les
gusta esa casa?” les pregunté.
“¡Sí!”
dijo mamá. “Es adorable, ¿cierto?”
“Bueno,
me gustaría regalársela,” dije. “Si la quieren, es suya.”
Ambos
me miraron, asustados y negando con la cabeza. “¡No seas tonto, Rob!” dijo
mamá. “¡No vamos a permitir que lo hagas!” Papá estaba igual de inflexible. Él
era un hombre orgulloso. Según su punto de vista, era su responsabilidad
proveer para sus hijos, no al revés.
“Pero
ustedes me cuidaron por veinte años. ¡Quiero hacer algo por ustedes!”
argumenté. Ellos no cedieron. Sue y yo los llevamos de vuelta a Kelvin Road y
tomamos el té. Continuará pensé.
De
todas maneras, si ellos no me dejaban que les compre una casa, al menos podía
comprarme una para mí. Había vivido durante seis años la peripatética vida de
un músico. El estilo de vida transitorio que asustaría al 90 % de la población,
se había convertido en mi rutina:
Semanas en el estudio. Días
de entrevistas. Meses y meses de vivir con una maleta (o, en mi caso, un baúl),
durmiendo en hoteles o autobuses, y cruzando el mundo con toda la locura que
ello implica. Unos días de descanso. Semanas en el estudio…
Y
repetir.
No
es una queja. Era la vida que siempre deseé, y aun me sentía como un misionero
enseñando la palabra del metal. Pero se me ocurrió que sería lindo pasar los
pocos días libres que tenía en un lugar que no fuera la habitación pequeña de
una casa compartida.
Yo
amaba a Nick, Michael y Denise, y lo había pasado fantástico con ellos.
Convivir con otros dos muchachos gay fue un salvavidas para mí, en la época en
que más inseguro y vulnerable me encontraba acerca de mí mismo y de mi sexualidad.
Pero
ahora, tras el éxito de British Steele,
estaba recibiendo cheques por más dinero del que había visto en mi vida. No se
me subió a la cabeza, pero tampoco vi la necesidad de seguir viviendo como un
estudiante sin un centavo.
Al
igual que cualquier persona normal, deseaba tener un lugar propio donde
estirarme y relajarme en mis tiempos libres. Y un día, ni bien hube regresado
de Mykonos, Nick llegó del trabajo. “Acabo de ver una hermosa casita en venta,”
dijo. “Me gustaría poder comprarla. Tal vez a ti te venga bien.”
Saltamos
a su auto y fuimos a echar un vistazo. Era un lugar pequeño y bonito, una vieja
casa compacta, escondida discretamente detrás de una cerca en un área aceptable
a diez minutos a pie del centro de Walsall. Necesitaba reparaciones pero,
bueno, al menos ahora yo tenía algo de dinero.
En
el instante en que la vi supe que la compraría; y lo hice, por treinta mil
libras en efectivo. ¿Fue una buena inversión? Bueno, cuarenta años después sigo
pasando largos periodos de tiempo en ella. Así que sí, creo que lo fue.
Siempre
iba a comprar en Walsall. La idea de buscar un lugar en Londres cruzó por mi
mente, ya que pasaba mucho tiempo ahí por cuestiones de trabajo y diversión;
pero rápidamente la deseché.
Walsall
era mi lugar de origen, donde vivía mi familia y donde yo quería estar. Donde pertenecía. Era tan simple como
eso.
[1] Tal vez esperaba que la gente dijese:
“It’s a Ring-ohh!” (N. del T.: juego de palabras con el nombre del músico;
significa literalmente “¡Es un anillo, oh!”)
[2] No entiendo por qué las agencias de citas
gay nunca usaron esta canción en sus anuncios.
[3] Realmente debo devolverlo algún día.
[4] N. del T.: En el texto original dice “he
(Di’Anno) would blow Priest
offstage…” Blow significa “volar” o
“explotar”, pero también puede ser el apócope de blowjob (mamada); de allí el juego de palabras de Halford.
No hay comentarios:
Publicar un comentario