miércoles, 31 de marzo de 2021

LATER de Stephen King EN ESPAÑOL - Capítulo 12

 

LATER - STEPHEN KING - En español


12

 

Él caminó hacia nosotros, lo cual no me sorprendió. La mayoría de ellos, no todos pero casi, se ven atraídos por la gente viva un tiempo, como insectos hacia los bombillos de luz. Es una comparación algo horrible, pero es todo lo que se me ocurre. Me habría dado cuenta de que estaba muerto incluso aunque no lo hubiese sabido, por cómo estaba vestido. Era un día helado, pero él llevaba una simple camiseta, pantaloncillos cortos y esas sandalias que mamá llama zapatos de Jesús. Tenía algo más, algo raro: una banda amarilla con una insignia azul clavada en ella.

Liz le estaba diciendo algo a mi madre acerca de que allí no había nadie y que yo solo simulaba, pero no presté atención. Me liberé de la mano de mamá y caminé hacia el señor Thomas. Él se detuvo.

“Hola señor Thomas,” dije. “Soy Jamie Conklin. El hijo de Tia. Nunca nos conocimos.”

“Oh, vamos,” exclamó Liz a mis espaldas.

“Silencio,” dijo mamá, pero algo del escepticismo de Liz se le debió haber contagiado porque me preguntó si estaba seguro de que el señor Thomas estaba ahí.

También ignoré eso. Sentía curiosidad por la banda que estaba usando. Debió tenerla puesta cuando murió.

“Estaba frente a mi escritorio,” dijo él. “Siempre uso mi banda cuando escribo. Es mi amuleto de la suerte.”

“¿Qué es esa insignia?”

“El premio que gané en el Concurso Regional de Deletreo, cuando estaba en sexto grado. Vencí a chicos de otras veinte escuelas. Perdí en las instancias estatales, pero recibí esta insignia azul en la Regional. Mi madre hizo la banda y cosió la insignia en ella.”

En mi opinión, era algo extraño seguir usándola, ya que el sexto grado debió haber sido hace millones de años para el señor Thomas; pero lo dijo sin vergüenza ni afectación. Algunos muertos pueden sentir amor (¿recuerdan cuando la señora Burkett besó en la mejilla a su marido?) y pueden sentir odio, algo que aprendí a su debido tiempo. Pero el resto de los sentimientos parecen desaparecer cuando mueren. Incluso el amor nunca me pareció demasiado fuerte. No me gusta decirles esto, pero el odio permanece más fuerte y dura más. Creo que cuando las personas ven fantasmas (al contrario que la gente muerta), es porque estos están llenos de odio. La gente piensa que los fantasmas son espeluznante, porque lo son.

Me volví hacia mamá y Liz. “Mamá, ¿sabías que el señor Thomas esa una banda cuando escribe?”

Sus ojos se agrandaron. “Eso dijo en la entrevista a Salon que dio hace cinco o seis años. ¿La está usando ahora?”

“Sí. Tiene una insignia azul. Es de …”

“¡El concurso de deletreo que ganó! En la entrevista, él se rio y los llamó ‘mi tonta afectación.’”

“Tal vez,” dijo el señor Thomas, “pero la mayoría de los escritores tienen afectaciones tontas y supersticiones. Somos como jugadores de béisbol en ese aspecto, Jimmy. ¿Y quién puede discutir con nueve bestsellers del New York Time seguidos?”

“Soy Jamie,” le dije.

Liz dijo, “Tú le contaste al campeón de esa entrevista, Tee. Debes haberlo hecho. O él la leyó. Es un excelente lector. Él lo sabía, y…”

“Silencio,” dijo mi madre con fiereza. Liz alzó las manos, como rindiéndose.

Mamá se paró a mi lado, mirando a lo que para ella solo era un camino de grava vacío. El señor Thomas estaba parado justo frente a ella, con las manos en los bolsillos de sus pantalones cortos. Estos le iban bastante flojos, y rogué que no empujase sus manos demasiado porque me parecía que no llevaba ropa interior.

“¡Dile lo que te dije!”

Lo que mamá quería que le dijese era que nos debía ayudar, o el delgado hielo financiero sobre el que caminábamos desde hacía más de un año se rompería y nos ahogaríamos en un mar de deudas. También que la agencia había comenzado a perder clientes porque algunos escritores sabían que estábamos en problemas y tal vez nos veríamos obligados a cerrar. Ratas huyendo de un barco que se hunde, así los llamó una noche cuando Liz no estaba y mamá iba por su cuarta copa de vino.

Sin embargo, no me molesté en repetir todo ese bla bla. La gente muerta debe responder tus preguntas (al menos hasta que desaparezcan) y debían decir la verdad. Entonces fui al grano.

“Mamá quiere saber de qué se trata El secreto de Roanoke. Quiere conocer toda la historia. ¿Usted sabe toda la historia, señor Thomas?”

“Por supuesto.” Hundió más sus manos en los bolsillos, y ahora yo podía entrever una delgada línea de vello corriendo por el medio de su estómago hasta debajo del ombligo. No quería ver algo así, pero lo vi. “Siempre tengo todo listo antes de escribir algo.”

“¿Y lo tiene en su cabeza?”

“Debo hacerlo. De otra manera alguien podría robarlo. Ponerla en internet. Arruinar las sorpresas.”

De haber estado vivo, aquello podría sonar paranoico. Muerto, simplemente estaba estableciendo un hecho, o lo que él creía que era un hecho. Eh, yo pensé que tenía algo de razón. Los trolls de las computadoras siempre desparraman cosas en la red, desde mierdas aburridas como secretos políticos hasta cosas realmente importantes, como lo que sucedería en la temporada final de Fringe.

Liz se alejó de nosotros, se sentó en una de las bancas al costado de la piscina, cruzó las piernas y encendió un cigarrillo. Aparentemente había decidido que los lunáticos se hicieran cargo del manicomio. Por mí, perfecto. Liz tenía sus cosas buenas, pero aquella mañana básicamente estaba estorbando.

“Mamá quiere que usted me cuente todo,” le dije al señor Thomas. “Yo se lo repetiré, y ella escribirá el último tomo de Roanoke. Dirá que usted le envió casi todo antes de morir, junto con algunas notas acerca de cómo terminar los últimos capítulos.”

En vida, habría aullado ante la idea de que alguien más terminara su libro; su trabajo era lo más importante en la vida y él se mostraba muy posesivo con él. Pero ahora sus restos yacían en la mesa de algún funebrero, vestido con los shorts caquis y la banda amarilla que había estado usando mientras escribía sus últimas frases. La versión de él que me hablaba ya no era celosa ni posesiva de sus secretos.

“¿Puede hacer eso?” fue todo lo que preguntó.

Mamá me había asegurado (y a Liz) mientras nos dirigíamos a la Casa de los Adoquines que ella realmente podía hacerlo. Regis Thomas insistía en que ningún editor debía tocar una sola de sus preciosas palabras, pero de hecho mamá había estado retocando sus libros durante años sin decírselo, incluso desde la época en que el tío Harry seguía en sus cabales y manejaba el negocio. Algunos de los cambios eran bastante grandes, pero él nunca lo supo… o al menos jamás dijo nada. Si había alguien en el mundo que pudiese copiar el estilo del señor Thomas, esa era mi madre. Pero el estilo no era problema. El problema era la historia.

“Sí puede,” dije, porque era más sencillo que contarle todo lo demás.

“¿Quién es la otra mujer?” preguntó el señor Thomas, señalando a Liz.

“Es amiga de mi madre. Su nombre es Liz Dutton.” Liz alzó la vista brevemente, luego encendió otro cigarrillo.

“¿Ella y tu madre están cogiendo?” preguntó el señor Thomas.

“Casi seguro, sí.”

“Me parecía. Por cómo se miran.”

“¿Qué dijo?” preguntó mamá con ansiedad.

“Preguntó si tú y Liz son buenas amigas,” dije. Bastante pedorro, pero fue todo lo que se me ocurrió en el momento. “¿Entonces nos contará El secreto de Roanoke?” le pregunté al señor Thomas. “Me refiero a todo el libro, no solo la parte secreta.”

“Sí.”

“Dijo que sí”, le avisé a mamá, y ella sacó de su bolso su celular y una pequeña grabadora. No quería perderse ni una palabra.

“Dile que sea tan detallado como pueda.”

“Mamá dice…”

“Ya la escuché,” dijo el señor Thomas. “Estoy muerto, no sordo.” Sus pantaloncillos estaban más caídos que nunca.

“Genial,” dije. “Escuche, debería levantarse los shorts, señor Thomas, o se le va a helar el pajarito.”

Él se levantó los shorts para que quedaran colgados de su huesuda cadera. “¿Está fresco? No me parece.” Luego, sin cambiar de tono: “Tia está comenzando a verse vieja, Jimmy.”

No me molesté en repetirle que mi nombre era James. En vez de eso, miré a mi madre y Dios santo, que se veía vieja. O al menos estaba comenzando a verse así. ¿Cuándo había sucedido?

“Cuéntenos la historia,” dije. “Comience por el principio.”

“¿Por dónde más?” dijo el señor Thomas.


 


1 comentario:

  1. Que buena se pone Fabri! Espero que el señor Thomas colabore, y Liz no traicione el secreto cuando vea que es todo real, No me canso de decirte gracias viejo! Abrazo grande!

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